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sábado, 1 de marzo de 2008
Origen de la Hacienda La Dolorita de Petare
Por: Prof. Suzuky Gomez
Origen de la posesión La Dolorita 1912 – 1947
La Dolorita es una de las cinco Parroquias del Municipio Sucre, durante esta investigación se presentará su historia contemporánea, para obtener esta información se verificaron documentos que reposan en los anaqueles del registro subalterno del circuito Nº 1 del municipio.
La Posesión cafetalera “La Dolorita” nace dentro la Hacienda Turumo la cual perteneció en comunión familiar (hasta 1912, cuando deciden dividir sus bienes) a los hermanos Matías, Santiago y Simón Gómez quienes a su vez la habían adquirido bajo la figura de compra al señor Graciliano Gómez a fines del siglo XIX (específicamente 1889), consta esta información en documento inscrito 04 de Octubre de 1889.ARSMS (Archivo del Registro Subalterno del Municipio Sucre). Protocolo Cuatro, Tomo U, Núm. 1.
Y estaba conformada por las posesiones “El Rodeo” y “Hoyo del Rodeo”, también pertenecía a esta propiedad otra hacienda llamada “Las Margaritas”, que había sido adquirida del señor Gil Ruiz Cadenas (1896), mas otras posesiones entre las que mencionaremos; las haciendas de café “Punto Fijo” que fue de Gregorio Galindo (1903), y “Carimao” todas registradas en el archivo subalterno del municipio como documento inscrito 16 de septiembre de 1896. ARSMS, Protocolo 1, núm. 1, dicha hacienda se estimó en un costo de 298.793, bolívares, incluyendo el valor de las bestias e instrumentos de trabajo, oficinas, edificios e inversión de las futuras cosechas.
En 1918, Matías Gómez vende su parte de la hacienda cafetalera Turumo (incluyendo sus posesiones y fundos), a su hermano Santiago Gómez, por la cantidad de 78.000 bolívares, los que se describen de la siguiente forma:
…la suma de (Bs. 37.500) treinta y siete mil quinientos bolívares en el valor de una acción del Banco de Venezuela, marcada con el número 425; y (Bs. 18.600) diez y ocho mil seiscientos bolívares en acciones de la Compañía Anónima Telares de Caracas y Valencia…el resto del precio de (Bs. 40.500) cuarenta mil quinientos bolívares, se obliga al comprador pagarlo dentro del termino de tres años contados desde hoy, abonando el interés…al vencimiento de cada mes y pudiendo hacer abonos parciales a cuenta del precio , no menor de (Bs. 1000) un mil bolívares…[“Matías Gómez vende a Santiago Gómez su parte de la Hacienda Turumo”, ARSMS. 1918, Tomo U, Núm. 82. ]
Para 1932, ya ha fallecido el señor Santiago Gómez, su esposa Doña María Teresa Hernández de Gómez decide realizar una nueva venta por (Bs.134.000), en esta ocasión nace por primera vez en los documentos estudiados el topónimo “La Dolorita”, es decir se distingue dentro de la descripción de posesiones y fundos. Regresa la hacienda a la posesión familiar, ya que Simón Gómez, Ángela Gómez, Dolores Gómez de Urosa y Maria Gómez de García, serán los compradores, que realizarán la transacción en partes iguales, ella sede todos los derechos de propiedad que le correspondían sobre los inmuebles, entre los cuales se mencionan:
…sobre la hacienda de cafetos denominada Turumo formada por las posesiones El Rodeo, Hoyo del Rodeo, La Margarita, Punto Fijo y sobre la hacienda anexa a la anterior denominada El Porvenir, formada de las posesiones El Rodeo, La Dolorita y Turumito…[ “María Teresa Hernández vende la Hacienda Turumo”, ARSMS. 1932, Tomo U, Protocolo 1, Folio 188, Núm. 122.]
Se realizará el negocio y la venta será completada con una hipoteca contraída ante la señora María Teresa Castillo, sobre el inmueble para completar el pago, la misma fue honrada en el plazo previsto y bajo las condiciones establecidas como consta en este mismo documento bajo nota marginal, fechada el 5 de agosto de 1947, bajo el Nº 17, tomo 2.
Continuando con la sucesiones por compra tenemos que en 1947, la familia Gómez, nuevamente venderá la hacienda Turumo, pero esta vez se deslindarán de todo lo concerniente al manejo de la misma, el comprador es un industrial – comerciante de nombre Telesforo Ramírez, quien la adquiere por (Bs. 200.000), doscientos mil bolívares. Comprende la venta la Hacienda Turumo junto a sus posesiones: El Rodeo, Hoyo del Rodeo, La Margarita, Punto Fijo, y las haciendas anexas “El Porvenir” formada por La Dolorita y Turumito, cuyo uso era la producción de café.
La gratificación por la hacienda se hizo de la siguiente manera, el señor Ramírez entregó una serie de inmuebles de su propiedad, por un valor de de (Bs. 35.000) treinta y cinco mil, entre los cuales se destacaron un salón y terreno ubicados en Petare calle Guanchez, por un costo de (Bs. 4000) cuatro mil, también ofreció como parte de pago un lote de terreno en Los Dos Caminos de (525 mtsª), por un costo de (Bs. 15.000) quince mil, una casa con terreno en el sector el Dorado antiguo “Chupulún”, por (Bs. 16.000) diez y seis mil, para cancelar el resto contrajo una hipoteca por (Bs. 165.000), la cual se comprometió a pagar (Bs. 100.000) en tres años y el resto en un año a partir de la firma del documento. Es importante acotar que en este mismo documento consta en notas marginales que los compromisos fueron honrados consta en: “La Familia Gómez venden a Telésforo Ramírez la Hacienda Turumo” ARSMS. 1947 Tomo 3, Protocolo 1, Folio 77-85, Núm. 32.
En la imagen siguiente podemos observar, en foto de Alfredo Boulton los espacios donde se encontraban parte de los bienes entregados, por el señor Alfaro a la familia Gómez Gómez, S (2006).
La Dolorita y su Contexto histórico 1952-1993
Para 1952 La hacienda la Dolorita es propiedad del Sr. Telésforo Ramírez, comerciante e industrial, quien manifestó en un documento de compra – venta, que la propiedad la había adquirido por compra a la familia Gómez en 1947. Esta hacienda va ha limitar al norte con la hacienda Caucaguita, al sur con la hacienda la Lira, al este con la hacienda las Tapias y la Providencia y al oeste con las haciendas Cabeza de Tigre, el Refugio y el Sitio, se corrobora escrutando el siguiente documento: “Telesforo Ramírez compra la finca La Dolorita a la familia Gómez”. ARSMS. (Municipio Sucre). 1947 (Tercer Trimestre), Protocolo Primero, Tomo 3, Folio 76, Núm. 32.
Durante este año (1952), ocurre un incidente importante de señalar la Compañía Anónima La Electricidad de Caracas manifestó al Sr. Telésforo Ramírez la necesidad de atravesar por la posesión unas líneas de transmisión de energía eléctrica para llevar corriente a los hornos crematorios del Este y con este motivo se convino en favor de la Ley de Servidumbre de paso de conductores eléctricos, otorgar el permiso para las mencionadas líneas o conductores eléctricos aéreos o subterráneos, con sus respectivas líneas de tierra, teléfonos y accesorios, incluyendo el ancho de terreno necesario para que la compañía transportará e instalará las torres, y se tomarían las picas y caminos necesarios para el acceso de los empleados que tendrían la tarea de trabajar en la faja de terreno seleccionado para la instalación, vigilancia y reparación de las líneas, torres y teléfonos mencionados.
Se desforestará parte de La Hacienda La Dolorita para cumplir con esta disposición, los terrenos son heridos por el capitalismo industrial representado en la compañía Electricidad de Caracas.
Esta servidumbre se otorgó de manera permanente y queda establecida en aquella extensión de terreno que ocupo 400 metros pese a, esta servidumbre se extendió para dar paso a los caminos generales de acceso a la finca. La misma se otorgo por un precio de cuatrocientos bolívares (Bs. 400,00), que recibió Ramírez de la Compañía Anónima Electricidad de Caracas en dinero efectivo.
La transacción se hizo entre Nicomedes Zuloaga Presidente de la Compañía y Telesforo Ramírez propietario del inmueble acción que consta en el siguiente documento:
La compañía anónima” La Electricidad de Caracas”( representada por el Dr. Nicomedes Zuloaga), ha manifestado la necesidad que tiene de atravesar la posesión cuyos senderos generales he expresado (Finca La Dolorita), con unas líneas de transmisión de energía para llevar corriente a los hornos crematorios del este por ‘Ley de Servidumbre y compra al Sr. Telesforo Ramírez 400 mts aproximadamente por Bs. 400 ”. ARSMS. (Municipio Sucre). 1952 (Segundo Trimestre), Protocolo Primero, Tomo 7, Folio 223, Núm. 69.
Posteriormente la hacienda es vendida por el Sr. Ramírez al Sr. Cesar Alfaro, quien a su vez vende en 1954 mil metros cuadrados (1000 mts) de la propiedad al Sr. Enrique Giral como consta en documento registrado el 28 de abril de 1954, ante el Juzgado del Distrito Sucre del Estado Miranda, distinguiéndolo con el Nº 102, folio 100. Es para 1959, cuando comienzan cambios profundos en esta localidad, el Sr. Cesar Alfaro propietario de la mayor parte de la hacienda decide vender al ilustre Concejo Municipal del Distrito Sucre, (418.047,46 metros cuadrados) de la propiedad junto a todas las bienechurias que se encontraban en el área a negociar.
Los límites espaciales de la hacienda la Dolorita para esta época son: al Norte con la Hacienda Turumo, propiedad de Telesforo Ramírez y con la carretera que conduce a Santa Lucia antiguo camino real; al sur con la hacienda Lira que pertenecía a Rafael Palacios y con extensión de una hacienda propiedad de Manuel Suárez; al Este con la hacienda Las Tapias que fue de Manuel Suárez; al Oeste con la hacienda El Sitio que fue de los sucesores de Tomas Bueno, la hacienda el Refugio que perteneció Héctor Rodríguez y con otra hacienda que es o fue propiedad de Bonifacio Fagundez. Esta finca se vendió por un total de (Bs.2.403.772, 90).
Dadas las condiciones que anteceden, es primordial informar que junto al documento que apoya a esta venta se anexo al cuaderno de comprobantes dos ejemplares del levantamiento que hemos presentado (en copia digitalizada), estos estaban firmados por el vendedor y los representantes del Consejo Municipal, los cuales reposan bajo resguardo en el Archivo del Registro Subalterno del Municipio Sucre, bajo el Nº 51, tomo 17, del tercer trimestre, en el año 1959.
Son varios los procesos que están presentados en el área de estudio y es a partir de aquí cuando los comenzaremos analizar; la Dolorita no escapó a los cambios que se produjeron con el proceso de migraciones e inmigraciones que se desarrollo en Venezuela a partir de la década del cincuenta.
En referencia a al planteamiento anterior Sanoja, M (s/f) comenta:
Los cambios sociales, produjeron una modificación profunda de la sociedad para transformar nuestro país en una estructura industrial, agroindustrial y urbana dentro de una filosofía política, el Nuevo Ideal Nacional, que consagraba, la economía mixta con un instrumento añadido, la inmigración, que según las propuestas positivistas en boga desde finales del siglo XIX. Venían a “mejorar la raza” y a introducir nuevas prácticas, sociales y tecnológicas Venezuela se hizo mucho mas capitalista y dependiente, se mejoró el nivel general de vida y aumento la población. (s/p).
Para comprender lo antes expuesto, es necesario analizar la siguiente información; es posible distinguir en una misma ciudad venezolana la convivencia de dos o más modelos urbanos. En el caso de La Dolorita este fenómeno es consecuencia de las diferencias en los niveles de ingreso de los habitantes, que tiene una influencia en el espacio urbano, su paisaje y en su estratificación. Otro elemento de disparidad territorial en la ciudad lo constituyen las distintas funciones que se materializan en la ciudad, que forjan un espacio urbano. Es posible discriminar tres categorías espaciales de la morfología de una ciudad: el núcleo urbano consolidado, el espacio subintegrado y el paisaje informal, expresión de Nuño, A.
El núcleo urbano consolidado se caracteriza porque predominan espacios integrados a la función primordial de la sociedad, se ofrecen calidad de vida a partir de la dotación suficiente de servicios y equipamiento. Se pueden identificar algunos rasgos del paisaje que permiten distinguir tres tipos de espacio en el núcleo urbano consolidado: el centro urbano, la zona comercial y residencial y el sector industrial. El centro urbano se distingue por un paisaje que recuerda la disposición en forma de damero de sus calles y avenidas, heredado del período colonial, donde se ubican residencias y comercios.
Cuando la ciudad comienza a perder su forma de cuadrícula para desprenderse en arterias viales comienza un proceso de segmentación de la ciudad.
En cuanto a los espacio subintegrados estos albergan a la población de medianos o bajos recursos tal es el caso de La Dolorita, con predominio del último. Se caracterizan por la precariedad de algunos servicios factor que reduce la calidad de vida. La conectividad con el resto de la ciudad es de mediana a alta, en el caso de estudio se encuentra laderas con pronunciadas pendiente; poseen alta densidad poblacional, se dificulta la prestación de los distintos servicios y su equipamiento.
En el área metropolitana de Caracas existen muchas barriadas subintegradas para este estudio se escogió la Dolorita ya que desde su consolidación como barrio presenta unas características de estudio bien particulares.
En definitiva este, espacio subintegrado esta constituido por un significativo contingente poblacional. Estos para efecto del presente estudio se clasificaron según González, Pablo (s/f), los conuqueros (habitan la zona antes de 1950) población de la zona dedicada a la labranza de conucos para su subsistencia y el comercio menor por la dificultad de acceso a Petare preferían mantener sus relaciones comerciales con los habitantes de Santa Lucia del Tuy, población a la que se podía llegar por el antiguo camino real.
Hechas las consideraciones anteriores retomamos el siguiente testimonio, Verificado en documentos del archivo subalterno del circuito Nº 1 del Distrito Sucre donde se describen los limites espaciales de la Dolorita para 1959:
...Con respecto a la vía de acceso es importantes acotar que la carretera nacional Petare con Santa Lucía y el Tuy pasaba por toda la entrada de la Dolorita. En ella transitaban algunos camiones y carretones con los que se trasladaba la mercancía de las haciendas y de Santa Lucia a Caracas.
Esa es una carretera que existe desde la época de Gómez. Yo conocí esa carretera desde siempre, solo que era una carretera de tierra y de aquí de Baloa hasta Santa Lucía. Eso no tenía…eso era pura tierra (sic) (p.1)
Los conuqueros y parceleros de la zona se enfrentaban a dificultades para trasladarse por la deficiencia que presentaban los caminos, así como por la carencia de transporte público situación que podemos observar con alguna dificultad en la siguiente imagen, la cual esta fechada mas no identificada como de 1959. .
Otro testimonio digno de acotar es el siguiente tomado de González, P citando el “Testimonio de Monico”, (Ob.cit.).
...no estaban así como ahora, eran carreteras de tierra y se pasaba fila arriba por todo el sector del El Limoncito, hasta caer a la Vega de Petare, donde hoy es Palo Verde, inclusive se llegaba a este lugar con el pie pelao, con las chancletitas guindando en la cintura. Había un punto de agua, donde uno se lavaba los pies para ponerse las alpargatitas para entrar al pueblo. En aquella época se venían grupos de personas caminando en la madrugada y nos apresurábamos para alcanzarlas e irnos juntos (sic) (f.8)
En igual forma, debemos señalar la ausencia medico – asistencial, por estar el área fuera de la metrópolis, y que en muchos casos le ocasiono a estos habitantes graves dificultades, que debían subsanar por sus propios medios, tal como se puede observar en: “Testimonio de Monico y María”, (Ibídem):
Cuando una persona se enfermaba, había que bajar a Petare, porque aquí no venia médico, para acá solamente venía el cura cuando uno estaba grave, para recibir la comunión (sic) (Monico)”.”Mi abuela y mi mamá eran parteras, recuerdo que cuando yo vivía en la Lira, me encontré con una mujer a la orilla de la carretera que tenía una barrigota. Yo le pregunté: ¿señora que tiene?, ay, señora, que iba a Petare a dar a luz y me agarró el parto aquí. Entonces ahí mismo recogí la mujer, y la subí para arriba y la acomodé en una casa, ahí mismo llegué y le corte la tripa al muchachito y lo bañe. Yo aprendí viendo lo que hacia mi mamá, en esos tiempos uno tenía en sus casa yodo, aceite, por si acaso una cortada, y yo que era una muchacha, partié al muchachito, que le pusieron de nombre Manuel, después partiè a Agustina, Maraco, Diana, Agustín que ya son viejos (sic)(María)(f. 9)
En medio de los aprietos, los sacrificios y los grandes esfuerzos para subsistir, en estos tiempos se vivía con una tranquilidad y naturalidad que constituía un profundo sentimiento de solidaridad y cooperación.
Pasa algún tiempo y se producen cambios en la Dolorita, estos se originan en el paso a su fase urbana, y la primera muestra se dará cuando el Presidente Pérez Jiménez instala en la entrada de la hacienda máquinas recicladoras con las que se pretende solucionar un problema que trae el progreso, la producción excesiva de basura en la ciudad de Caracas pero las máquinas no funcionaron y así comenzó el bote (relleno sanitario de Mariches, también conocido como el bote de Filas De Mariches, principal deposito de basura de Caracas durante las décadas de los sesenta y setenta) que un principio estuvo propuesto para Palo Verde.
Hecha las consideraciones anteriores, estudiamos la opinión de Márquez, A y Cardozo, L (2002):
Las ciudades hoy son el centro del drama de la polución, degradación del suelo y pérdida de la diversidad de las especies. La intensa concentración de los procesos económicos y los altos niveles de consumo de las ciudades incrementarán sus niveles de consumo de las ciudades incrementarán sus demandas de recursos. En sus cercanías, las ciudades también afectan las tradicionales economías rurales y su adaptación a la diversidad biológica. A medida que mejores caminos son construidos, y el acceso de los productos son garantizados, la población rural adquiere los estándares urbanos de vida y la ideología que los acompaña…Las ciudades actuales se han convertido en sistemas altamente ineficientes, devoradores de energía y materiales, y con una gran salida de desperdicios…(p.54).
Simultáneamente a lo antes expuesto, se instala en la hacienda una fabrica para hacer ladrillos y bloques el motivo de esta instalación era cubrir las demandas que exigía la política de construcción implantada por Pérez Jiménez y fue entonces cuando se produce el cambio en la actividad económica se dejó de producir café para producir bloque y ladrillos. En este propósito Urbaneja, D B (s/f) con relación a Pérez Jiménez y la construcción señala:
La industria nacional…en este caso es la industria de la construcción que se aprovecha de los planes de obras públicas del gobierno…que prosiguen su proceso de integración económica particular…sustitución de importaciones. La inversión extranjera, capitales externos, sobre todo norte americanos, penetran variadas actividades manufactureras, llegando a representar el 19, % de la inversión industrial en 1955 de 10, 7% que representaba en 1950. Por su parte el sector estatal de la economía obedece a la idea de transformación del medio físico y las aspiraciones de grandeza nacional que posee el régimen, mediadas también en su traducción concreta por los intereses particulares de un estrecho circulo de colaboradores (p.128-129).
Mientras tanto en las conubarciónes del bote de basura se va ha instalar una actividad que hasta ese momento era desconocida en la zona y que llega de Palo Verde (el lugar donde se había instalado el bote por primera vez), esta actividad consistirá en el reciclaje de la basura que llega a ese lugar.
Precisando una vez mas, cabe incorporar el siguiente testimonio (Relato de Mineida Suárez, 27 años viviendo de área de estudio, entrevista realizada el 30 de mayo de 2005:
Aquí mucha gente se crió con el bote, mi papá me cuenta que el y otros vecinos esperaban que llegarán los camiones de basura a ver que traían, acuérdate que es la época del gobierno de Carlos Andrés [La Gran Venezuela], el revisaba la basura haber que conseguía, juguetes, ropa, telas para que mi mamá cociera, una vez me acuerdo que consiguió una muñeca grande Belinda estaba sucia mi mamá me la lavo la vistió y ya tenia juguete nuevo…pero comida si no recogíamos, a mi mama no le gustaba, pero otras familias de por aquí si la recogían, sobre todo dulces traídos de muchas fabricas, verduras y frutas de los mercados, como el de Mesuca…luego la cosa se puso peligrosa porque también encontraron gente muerta, dicen que los traían de otra parte, pero bueno ya crecimos y el bote no esta y nosotros tenemos otra mentalidad, estudiamos y eso no lo queremos para nuestros hijos…mi papá en realidad es albañil yo no se porque revisaba el bote, el siempre dice: “ya los basureros no son como los de antes (Sic) (p.2).
Sin embargo, a la par de esta actividad se desarrolla otra que marca el abandono de la agricultura, muchos de los llamados conuqueros se integran como obreros a trabajar en la alfarería buscando integrarse a la vida urbana. Precisando una vez más el testimonio de Monico (en González, P). deducimos:
Allí estuve trabajando hasta el año 58, cuando se echaron a perder las maqui
nas. El señor Aliano, que todavía vive en el barrio, estuvo arreglando el motor de la planta que hacia bloques. Cuando ya se estaba arreglando y se pegó a trabajar de nuevo, Cayo Pérez Jiménez y no se continuó trabajando, no sé por qué. Cuando Pérez Jiménez había mucha salida de bloque para el centro de Caracas pero con su caída todo se paralizo y también nuestra fuente de trabajo (f.11).
Con la caída de Pérez Jiménez llega una nueva “desgracia a La Dolorita”, pues se paralizan en Caracas la política del concreto y por su puesto la demanda de bloques, la alfarería permanecerá cerrada y es cuando en 1959 el Concejo Municipal del Distrito Sucre adquiere del Sr. Alfaro la hacienda con su alfería mecánica y sus repuestos, los edificios de acero armado (que se van a convertir en barracas), viviendas para obreros, Documento contenido bajo el tomo 17, número 51 de 1959, ARSMS. (Municipio Sucre). Después de lo anteriormente expuesto Méndez, D aclara:
En la década de los cincuenta la Fabrica allí instalada va generando un flujo de personas, las cuales han ido abandonando el campo y los conucos, hasta 1958 la industria de bloques se mantiene, con la caída de Pérez Jiménez esta fabrica cierra sus puertas, quedando muchas personas sin empleo. Posteriormente el consejo del Distrito Sucre la adquiere y con el plan de emergencia de Wolfgang Larrazaval (sic) se inicia nuevamente; ubicando además barracas para los damnificados en las adyacencias, las barracas fueron insuficientes por lo que comenzaran a proliferar los ranchos que crecieron prácticamente de manera descontrolada y anárquica (p.2)
Se comienza a percibir en la zona los destellos de la naciente democracia y esto se sella cuando se ubica en la zona un nuevo tipo de población “los damnificados”, que procedían de diferentes barrios de Caracas, y que habían sido víctimas de las lluvias esto fue el resultado del llamado plan de emergencia de Wolfand Larrazabal, lo que trajo a la zona un nuevo tipo de problema como el miedo ante los recién llegados, la proliferación de delitos y la imposición de sus costumbres a los habitantes de la zona. Es evidente entonces sobre la base de González, P y el . “Testimonio de Monico”, (Ob. Cit):
En estas barracas, sinceramente, es cuando comienzan los muchachos a andar ociosos y comienza a nacer la malandrera. A mis hijos, que se criaron junto con esos muchachos, les di todo lo que yo pude de buen ejemplo y lo que tenían que hacer, haciéndole ver las cosas malas y que no se juntaran y no hicieran lo que ellos hacían y que todo el tiempo escogieran el camino recto, que tenían que estudiar y el que no estudiara que trabajara y así sucesivamente. Y cualquier muchacho que me llevaba una flor, por lo menos, yo tenía que saber de donde había salido…Pero si le digo una cosa, de ahí para acá fue donde nació la semilla de malandro aquí en la Dolorita. El primero que destaco, la primera hazaña que hizo fue al señor de la luz que lo mato ahí mismo en la panadería. Por cierto que era hijo de una señora que le decíamos la señora de las argollas porque usaba unos aretes muy grandes como zarcillo (sic) (f.19).
De manera semejante observamos un fenómeno que se repetirá tanto con “los damnificados”, como con “los invasores”, si bien traen consigo algunos servicios públicos, así mismo descargan los desamparos de la exclusión.
Especialmente en caso de las madres solteras que debían dejar solos a sus hijos para ir trabajar todo el día. Brotan las bandas, las pandillas y se despliega en el área la incertidumbre y el crimen, en este sentido expresa Pedrazzini, Y (1992) la relación de la violencia en Caracas con su área de influencia:
…Caracas (…), se ha caracterizado por una rápida urbanización, sin industrialización y por un proceso creciente de población. Que sin poder acceder a los mecanismos del mercado formal de vivienda, ha hecho realidad una forma habitacional que ha conformado barrios. Los barrios de Caracas representan mas del 60% de la población urbana…los niños comienzan trabajando en la calle y terminará quedándose en ellas, la violencia se convierte en una forma de sobrevivir (27-32).
Se debe destacar, que pese a las dificultades que trajeron los damnificados, no se puede negar que su presencia abre una relación mayor con Petare por el incremento de transporte ya que se produce la necesidad de salir de la hacienda, porque en la zona escaseaban las fuentes de trabajo. (Vargas Mendoza, L):
…Surgen hacia el este y el oeste zonas industriales que pronto quedan incrustadas en el perímetro urbano, en constantes crecimiento, dando origen a considerables problemas urbanísticos y sociales. Los barrios obreros desbocados, degeneran en zonas de tugurios o ranchos cuyas condiciones de habitabilidad extremadamente primitiva, su proliferación y las dificultades técnicas y financieras para su reubicación, constituyen el más grande problema del Área Metropolitana, planteando un sobrecogedor contraste en el paisaje… (p.553).
Ante la situación planteada registramos otro testimonio González, P, “Testimonio de Monico”,( Ob. Cit). f. 18:
Bueno, aquí apareció el primer autobusito que cobraba medio, de aquí a Petare, en la misma hora que metieron aquí a la gente en las barracas. Ese autobusito salía de aquí a las cinco de las mañana y a las seis y media estaba aquí otra vez con el otro viaje y así sucesivamente todo el día estaba trabajando. Había un solo autobús que bajaba por Turumo que era la ruta de el: Mariches ya tenía carro también: En La Dolorita vieron que podían meter otro autobús y así comenzó a venir otro y así sucesivamente fue creciendo (sic) (f.18).
El transporte y la ubicación de los damnificados dará pie a nuestra tercera y nuestra última muestra poblacional “el invasor” que busca solucionar su problema habitacional pero que violentamente se instalará, aunque no sólo invadirá la Dolorita, también lo hará en las antiguas posesiones Mariche, Las Mercedes, La Veguita, Caballo Mocho, El Limoncito, Vista Hermosa, Turumo, Caucaquita, Chaguramas, La Laguna, Altos de Tomás, La Arboleda, Las Flores, La Fénix, El Refugio , la Lira, y las Tapias entre otras, esto ocasionó que los propietarios de las haciendas recurrieran a las autoridades, en este caso representada en la Guardia Nacional, pero sin el éxito esperado, convirtiéndose esta zona en Territorios Populares o Asentamientos Urbanos No Regulados.
Precisando la llegada de Domingo Pacheco (Primer invasor de La Dolorita según testimonio Ibídem. “Testimonio de Monico”). Exhibimos el siguiente párrafo:
Una vez viene mi sobrino Domingo Pacheco, que por cierto lo criamos nosotros, mi mamá y mi papá. Bueno Domingo se había ido para Petare y vino con un fin: yo voy a hacer un rancho aquí en La Dolorita. Muchacho…le dije yo. Respondió él: No, no, no yo voy a invadir esta broma. Y tu crees que te dejen…si, si, usted va ve que yo voy hacer un rancho. Para mi sorpresa una noche viene Domingo con un camioncito y el colchoncito nada mas y unas tablitas y se metió por mi casa y se regediendo(sic) monte como un león por ahí pa´ riba (sic)y vino a salí aquí casi a la entrada, por donde vive ahora Miriam [Familia La Rosa]…Domingo llego hizo un tarantín, un piazo de barraca, un piazo de rancho totalmente y ahí se metió con su familia. Amaneció ahí. Y Domingo me dijo: “mi tio, esto lo voy a invadi yo(sic), aquí esta el primer rancho, este rancho es mío, aquí voy a meté (sic) yo gente pol (sic) cantidad, usted va ve (sic)”. Y se hablo con ese poco de gente, por lo menos con las limas y un poco de gente pa´alla y pa´ca (sic) y todo el mundo vino haciendo su ranchito por ahí. (f.14).
Las invasiones representa según Muñoz, A (2001), un grave problema y cuando se invade se presentan dos salidas; o no haces nada y los dejas perturbando una propiedad privada; o te amparas en la Constitución. En el caso del proceso invasión de la Dolorita se acusaron a las autoridades de atropello y en muchos casos fue imposible el desalojo.
En este propósito, Fadul Gómez, MC (1982) infiere:
Uno de los factores importantes a tomar por los invasores de los terrenos es el conocimiento acerca de la propiedad y de la vialidad de invadir o no ciertos terrenos que se encuentran desocupados, lo cual forma parte de la estrategia a seguir en el proceso de ocupación…las redes de información que se tejen alrededor de los posibles terrenos a ocupar van a estar presentes en cualquier proceso de ocupación ya que son los que aportan elementos esenciales acerca de la viabilidad de invadir, la tenencia y límites del terreno (p.54).
El problema de fondo era que hacer con esa población y se opto por tratar de implementar proyectos cooperativos para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, instalándose servicios públicos que fueron llegando a los diferentes barrios que se fueron organizando en lo que actualmente es una Parroquia.
La invasión de La Dolorita fue violenta según se ha visto en González, P. “Testimonio de Monico”, (Ob. Cit).. f. 15:
Cuando se dieron cuenta que se estaban cogiendo La Dolorita, no juegue, la policía venia y tumbaba esos ranchos y la gente en la noche los volvía a hacé (sic) y se llevaban a la gente presa. Por lo menos Domingo fue preso más de una vez (f.18).
Es a partir de ese momento cuando La Dolorita se convierte en barrio con tres tipos de pobladores: los conuqueros o parceleros, los damnificados y los invasores, tres grupos con orígenes diferentes, y así mismo con sus propias historias que relatar, pero ahora debían convivir y constituir un mismo frente.
Como ejemplo de esta situación cabe agregar lo siguiente, González, P. “Testimonio de Isidoro”, (Ob. Cit):
Yo vengo de San Antonio, El Valle. Me sacaron de allá porque eso lo pusieron un poco de edificios y como uno quedaba en to´(sic) frente de la Escuela Militar en un ranchito así como este, dijeron que era muy peligroso con el rancho y una plomamenta, lo menos, en la Escuela Miliar, ahí nos sacaron, (sic) (f.15) .
La Dolorita se convierte en un modelo de población nacional: con sus múltiples contradicciones, diversas costumbres, tradiciones, nuevas vivencias y con ellas diferentes calamidades producto del cambio sin planificación y esto acarrea serios problemas de convivencia tal es el caso de la “propiedad de la invasión” y los derechos que obtienen “cuando se llega primero”, en relación a esto damos una mirada a la siguiente situación (ibidem):
Recuerdo que se hablaba de un tal Golilla que vivía en las barracas. El era el jefe del malandraje junto con un señor que se llamaba Parrita que también vivía en las barracas. Pero Parrita no se metía con nadie, era un señor que no le gustaba hacer maldades. Ese Golilla ¿tu sabes lo que hacia, el muy sinvergüenza?: la gente hacia sus banqueos por ahí y con la misma, venia uno buscando un terreno y le vendí el banqueo. Ese tuvo inconveniente con el tal Maestro Bartolo, porque donde vive Marquito ese banqueo era del Maestro Alicio y él hizo su banqueo (…) Así se la pasaba un poco de muchachos que se la pasan sentados to´ (sic) el día, al frente de lo que ahora es el liceo, se la pasaban bebiendo, jugando y decían que fumaban drogas (f.15).
Otro ejemplo que ilustra la descomposición social, la agresión y el pillaje lo tenemos a continuación en ese mismo sentido (Ibíd.):
Cuando empezó el barrio agarré a mas de uno con la gallina en la mano; recuerdo que una vez agarré a uno y le hice con el machete así en la cara: ¡Mira, muévete cará, muévete cará!...A Rubén, que era chofer del Doctor Amengual, le dije: llévame a Petare que estos muchachos estaban robando en mi casa y tienen las gallinas aquí; yo quiero que tú me hagas un favor y me lleves a Petare. El metió los muchachos en el carro y nos fuimos a Petare a denunciar a los elementos (f.12)
Si bien la llegada y permanencia de este grupo de personas provenientes de otros lugares de la ciudad capital, condujo un sin número de problemas como el ya citado y se creo un clima de desconfianza En la localidad ya es imposible establecer los límites entre la “buena gente” y los que traen “mala vida”. Porque son “espacios de nadie”, encrucijadas donde a la vuelta de una naciente calle cualquier cosa puede suceder. Se ha convertido la antigua hacienda en depósito de Caracas, donde conviven los excesos de la metrópolis por una parte, la opulencia en el consumismo capitalino evidenciado en las grandes toneladas de basura que llegan a la zona que se ha convertido en el basurero de la ciudad y por la otra el excluido social victima de la descomposición postpetrolera.
El área que una vez abasteció a Caracas de café hoy le funciona como refugio, resulta fácil ocultarse en las frías montañas de algún delito cometido, gracias a la tragedia social donde las aglomeraciones permiten una vida múltiple, y abundan las oportunidades para la aventura y la desventura. Son muchos los que habitan la capital pero provienen de diversos puntos locales, nacionales e internacionales. Esboza Quintero, R (1978) desde su obra “El petróleo y nuestra sociedad”, la siguiente nota:
El criollo de “mal vivir” se asocia con el extranjero de “mala vida” introducido al país sin documentos, con el carácter de “técnico”, de “artista de la radio”, turista o agente de lucha contra el comunismo. El arrojo del nativo y la experiencia del extraño, se combinan y abren nuevas perspectivas al oficio. El delincuente doméstico, de aspiraciones limitadas y planes de menor escala, es sustituido por el moderno. El ratero cede su posición al hampón (p.48-49).
Según lo citado y raíz de la desaparición de objetos personales y propiedades, también se perdió el respeto por el foráneo, quien en muchos casos resulto victima de la situación, y aunque parezca contradictorio gano temor y sufrió represión social. Esto puede entenderse en la consideración siguiente (Ibídem. “Testimonio de Isidoro”):
Cuando yo llegue ya estaban las barracas allá abajo y había mucho malandraje en esas barracas. Uno no podía pasar por ahí de noche. A mí gracias a Dios que tan siquiera siempre me han considerado. Yo tenía mis niñitas pequeñitas, como yo pasaba y ellos se jugaban con ellas. Las muchachas eran cariñositas. Cuando yo venia de noche decían ellos mismos: cuidado con meterse con el señor; el es papa de las niñitas que son muy cariñositas. Bueno, no se metían conmigo. Una vez me salio uno me dijo que le diera un cigarro y, estaban los otros y le dijeron: ¡epa! No tienen por que meterse con ese señor, el vive allá arriba y no queremos inconvenientes en esa zona (f.13).
El Estado Democrático postperejimenista, mantuvo una posición indiferente ante las invasiones, sin tomar en cuenta las necesidades reales de organización y participación de la población.
Intentaron cubrir estas carencias con el acercamiento de los servicios públicos, producto de las constantes peticiones populares y estas se reflejaron con la llegada en 1960 del servicio de luz eléctrica, el servicio de transporte público para 1963 se comenzó el proceso de asfaltado de la carretera y luego en 1964 realizo su aparición por tuberías el servicio de agua potable.
A la par de esto comienzan a instalarse en la zona centros de abastecimiento de víveres, pero es importante acotar que esta iniciativa se dio en primer lugar por los recién llegados a La Dolorita, en este orden de ideas se puede citar (Ibíd. “Testimonio de Monico”):
Ahí mismo que Domingo, monta su taguarita y entonces fue matando cochino todas las semanas y fue vendiendo se fue haciendo negocio, pero como él era un muchacho que no tenia mucho real, lo que hizo fue abrirle camino a los demás. Entonces llegó y ese lugar donde está el supermercado “El Sitio”, ese lo vendió Domingo teniendo ya prácticamente un ambiente formado para negocio. Abajo en el 19 de Abril, también montaron otro negocio, por cierto, unos muchachos de Los Teques. Otro, también fue el señor del bodegón que es una gallera. Esos negocios se hicieron propiamente, en la medida que se iba haciendo el barrio. La primera panadería fue la de abajo en la redoma. Esta la hicieron casi enseguida cuando hacen las barracas, comenzó muy sencillamente y luego se fue ampliando, como muchos otros negocios, algunos de los cuales terminaron siendo hasta supermercado (sic) (f.20).
Como puede apreciarse, los habitantes se constituyen en los primeros comerciantes, mientras que otros se emplean en la construcción de las vías de acceso en razón a esto citamos el siguiente ejemplo (ibidem):
El asfaltado de la carretera de Mariches lo hicimos, porque yo también trabaje ahí, por los años 63. Tuve un año de guachimán aquí en la carretera cuando estábamos en el movimiento de tierra para ensanchar la carretera. Ese empalme que tenemos en Vista Hermosa es la carretera Guarenas, ese fue un empalme que se hizo en el año 61 por ahí y la carretera vieja era la que baja por aquí por Mesuca, esa era la carretera de Santa Lucia que viene a salir aquí que se empalma donde esta la panadería que empalma con Guarenas (sic)(f.18).
Estos trabajos harán posteriormente atractiva la zona para la instalación de fábricas que hoy conforman la zona industrial de La Dolorita y Los Mariches.
La Parroquia San Francisco de Sales
La Parroquia Eclesiástica.
La formación parroquial en la Venezuela colonial fue lenta explica Carrero, M (1997), pero progresiva, se vinculaba a los aspectos religiosos y se basaban sobre la catequización de los aborígenes y sobre la difusión de la palabra bíblica en las otras clases sociales.
Las parroquias se diseminaron en todas las ciudades conquistadas por la metrópoli española, se levantaban las iglesias bajo la advocación de un santo patrón, y en su alrededor se concentraban sus feligreses, dando origen a la parroquia eclesiástica, apunta Carlé, M (1985):
Estas parroquias transcendieron su condición de circunscripciones religiosas para convertirse, además, en distritos político – administrativos, con identidad propia dentro del municipio…por colación o parroquia se elegían los funcionarios; a la salida de misa y ante el conjunto de vecinos – feligreses se validaban actos jurídicos… (Pp.42-42).
Dentro de estas características también estaba la de enterrarse en su propia iglesia cerca de su santo patrón y si por algún caso sucedía que el feligrés debía enterrarse fuera de su jurisdicción la familia compensaría económicamente a la parroquia.
La Parroquia eclesiástica es una categoría que merece especial atención virtud de su evolución institucional no obstante, se puede definir en la opinión de Carle , M. como “el conjunto y territorio que está bajo la jurisdicción espiritual de un cura de almas, constituyendo por tanto un especie de territorio religioso”. Es importante señalar que la organización política administrativa de gran parte del área metropolitana descansa sobre esta antigua organización eclesial.
Retomamos a la Herrera, M L con su trabajo titulado Parroquia La Pastora donde se observa claramente la siguiente aseveración:
En derredor de un templo iban agrupándose los feligreses, sobre los cuales tenía jurisdicción muy directamente el cura encargado de administrarlo. Con el correr de los años se iba estructurando con mayor cohesión la comunidad, adquiriendo a la vez los medios económicos necesarios para sufragar entre los vecinos los gastos que representaban el mantenimiento de una iglesia (p.75).
Esto era determinante para la delimitación de su jurisdicción y para elevar un pueblo o conjunto de pueblos a la jerarquía de parroquia.
Haciendas de Petare en la Epoca del Café 1870-1935
(Avance de Investigación)
Prof. Suzuky Margarita Gómez Castillo
UPEL/UCAB/IBFE
Existen estudios específicos donde podemos ubicar las particularidades de la economía del café en la época de la Venezuela Agro exportadora, este cultivo constituyó la base sobre la cual se alzó la sociedad venezolana, para la segunda mitad del sigo XIX, aproximadamente. El cultivo del café en tierras venezolanas, se inicia según el Carlos Giménez, quien cita al padre José Gumilla con su libro Orinoco Ilustrado y Defendido de la siguiente forma:
El café fruto tan apreciable, yo mismo hice la prueba lo sembré, y creció de modo que se vio ser aquella tierra muy a propósito para dar copiosas cosechas de este fruto (p.26).
Del anterior planteamiento se deduce, que esto data de los años 1730-1732, y se considera como una de las primeras experiencias de la siembra del cafeto en nuestro país. No obstante, señala Arístides Rojas que correspondió a los padres Blandín y Sojo Mohedano para 1784, el segundo intento en el cultivo del grano y en correspondencia este planteamiento se asevera que fue en Chacao atendiendo a las técnicas antillanas, logrando cincuenta mil arbustos que produjeron una significativa cosecha Rojas, A (1888).
Ante la situación planteada citamos a Arcila Farias, E (1961), quién indica con relación al origen del cultivo:
Se extendieron a la Gobernación de Caracas hacia el año 1740, según la relación de Miguel de Santiesteban quién vio cultivos de café en Coro en ese fecha, y en 1755, consta en los libros de la Real Hacienda la exportación por la Guaira con destino a Cádiz, la primera de que tenemos noticia en nave de la compañía Guipuzcoana (p.480).
Sobre lo ya expuesto, consideramos que las tierras venezolanas resultaban fértiles y proporcionaban las condiciones necesarias para la siembra del cafeto. Aclaramos entonces, que la economía cafetalera se había desarrollado en Java con destino a Europa, durante el siglo XVIII, colocando su presencia en las colonias de América. Se deduce entonces el comienzo de sustitución del producto que hasta ese momento había sido el garante de la economía venezolana, es decir el cacao, para ser sustituido por el producto que marcó el siglo XIX, el café.
En este propósito, Nunes Díaz expresa en relación al café que a finales del siglo XVIII en Venezuela existe un movimiento comercial exterior que registra el Real Consulado de Caracas; así, encontramos que por Cumaná (1793), Maracaibo – Cádiz (1793) y La Guaira – Cádiz (1793), se aprecian significativamente cantidades en exportación de café. Es de aclarar, que la dimensión no esta por encima de los rubros del cacao, tabaco, pieles, añil y otros que conforman los significativos productos de exportación por los mas importantes puertos venezolanos, se expresa en Nunes Díaz; Manuel (1971).
Dadas las condiciones que anteceden, de igual manera Alejandro de Humboldt, a propósito del tema nos dice, con la finalidad de crearse una imagen general de la importancia de este sector de comercio, ha de recordarse que toda la Provincia de Caracas, en la época de su mayor prosperidad antes de las guerras revolucionarias de 1812, producía ya 50.000 a 60.000 quintales de café. Este conjunto, casi igualaba las cosechas reunidas de Guadalupe a Martinica.
El sabio consideraba, la existencia de un avance vertiginoso y franco en el cultivo del café, en las áreas circundantes a Caracas y muy especialmente en el este del valle, donde se encontraba muchas haciendas. En relación a este último nuevamente confrontamos al Humboldt (1991):
La suma predilección que se nota en esta Provincia por el cultivo del cafeto se funda en parte en las circunstancias de que el grano se conserva durante gran número de años, mientras que el cacao, a pesar de los cuidados que ponen, se corrompe en los almacenes pasados diez meses o un año (p. 53).
Se coloca entonces dos razones para favorecer el cultivo del café: la resistencia en comparación a lo perecedero del cacao y la propiedad de los terrenos para desarrollar los cultivos.
Llega el café a Petare según Méndez Sereno, a fines del siglo XVIII (1784), esto impulsa la diversificación de las actividades económicas de las haciendas. Se tendrán dos cultivos principales, la caña de azúcar en las tierras bajas y el café en las altas, respalda tal afirmación Ramos Guedez, J (1981) cuando nos informa:
En las subzona integrada por Petare, Baruta, El Hatillo, Chacao y la Fila de Mariches, persistían los sembrados de cafetos y de caña de azúcar, como cultivos dominantes (p.91).
Esto contribuía a una ampliación comercial, efecto que se dirigió a los sectores circundantes a la carretera del este, de libre tránsito y por donde se efectuaban el transporte de productos entre Caracas, Petare y La Guaira
Para ilustrar lo ya expuesto, consideramos al maestro Cunill Grau, P (1998):
A partir de la Quebrada de Anauco se inician paisajes de suburbios caraqueños que se extienden hacia el oriente por el Valle del Guaire, hacia el caserío de Sabana Grande, la villa de San José de Chacao y la ciudad de Petare, límite oriental de este valle de Caracas, emplazadas a una altitud promedio de 850 m. que posibilita el cultivo del café, caña de azúcar y frutos menores. Estos paisajes se prolongan en áreas onduladas inmediatas hacia el este de Petare para ir descendiendo hacia las comarcas más bajas de los valles de Guarenas y Guatire donde se emplazan las villas homónimas; a 321 m. de altura Guatire y a 328 m. Guarenas, produciéndose aquí optimas condiciones climáticas para el cultivo de la caña de azúcar (p.477).
Estos lugares están disgregados en haciendas, posesiones y conucos, convirtiéndose algunos en villas y otros en pueblos, pero siempre cuidando que su acceso este próximo a las haciendas cafetaleras y de caña e azúcar. Ambiente diseminado en aldeas y poblaciones que se ubican en las orillas de las quebradas y del valle del Guaire disienten con los bosques del sistema orográfico de la Cordillera Litoral. En referencia a la idea mencionada Humboldt acota:
…El pico redondeado o cúpula occidental de la Silla nos quito la vista de la ciudad de Caracas; pero distinguimos las casas mas próximas, las villas de Chacao y Petare, plantaciones de cafeto y la corriente del río Guaire, hilo de agua que refleja una luz argentada. La faja estrecha de terreno cultivado contrastaba agradablemente con el aspecto osco y salvaje de las montañas circundantes (p.141).
La Dolorita estará enmarcada en estos referentes, posesión dentro la Hacienda Turumo y esta a su vez tutelada por lo fue el pueblo de Libertad o Mariches, se une con Petare y Santa Lucia de Pariguan por el Camino Real, pero en realidad son caminos muleros, que en tiempos de cosecha de café aumentan su tráfico, que es la producción predominante en el área.
Poblados y plantaciones de café se emplazan en las alturas del conjunto de montañas de la Cordillera de la Costa que dividen las aguas del Tuy de la de su tributario el Guaire en la parte superior de esta última corriente fluvial. La hacienda La Dolorita se localiza a 1000 m. de altura sobre la penillanura de la cordillera. Su producción se ve protegida por las condiciones de un microclima templado óptimo para el cultivo del café. Esta complejidad de microclimas templados de altura se ve en las pequeñas comarcas situadas entorno a los pueblos y villas ya señalados.
En lo tocante, al cambio del factor principal de nuestra economía, recurrimos a D`Ascoli, C (1980) desde su texto “Del mito del El Dorado a la economía del café”:
El nervio de la producción agrícola, se traslada así de las tierras bajas hasta entonces cultivadas por la mano de obra esclava hacia tierras templadas o semicálidas de altitud mediana donde la tierra es laborada generalmente por indios y mestizos libres y pertenece a menudo a gentes de un sector social diferente al de la antigua aristocracia agraria (p.253)
El proceso de trabajo de estas tierras escabrosas de montaña se inicia a fines del siglo XVIII, como ya hemos señalado, la mayoría de estos pueblos vivían del cultivo de papa, maíz, caraotas en pequeñas áreas enmarcadas en selvas nubladas de señoriales árboles. Esto comienza a cambiar cuando en se desarrolla el cultivo del café, invención inducida por su aclimatación en la Villa de Chacao, Se emprende entonces un proceso de deforestación y la selva nublada es suplida por cafetales, cultivo permanente y de sombra.
Durante 1822, Continua exponiendo Humboltd crece las plantaciones de café en los alrededores del Camino que une la villa de San José de Chacao con Petare y tierras altas que se precisan como las faldas del Ávila y en numerosos conos de deyección constituidos por pequeños ríos que le llegan al valle del Guaire desde la Sierra del Ávila. En la zona de influencia del poblado de Petare se organizan significativas haciendas en la primera década XIX: en el Alto de Valencia se sitúa hacia 1807 una plantación que cuenta con 20.000 cafetos, cultivo asociado con plantíos de maíz, caraotas y frutales, en Aguaycoco en 1811 ya hay estructurada una hacienda de café con 80.000 matas, casa patronal, oficinas y esclavos, para la misma fecha hay otra importante hacienda de café en el sitio de Cabeza de Tigre, O’leary, D F (1952).
Todo esto favorecido por el Camino Real que lleva a Barlovento, hace que Petare sea descubierto en esa época como ciudad. Sobre este aspecto, Cunill Grau nos informa:
En efecto, [hacemos referencia a Petare] su población e 4.559 habitantes ha conformado un paisaje urbano de significación, que es promovido en estos años al ser designada capital de Cantón de los Altos irradiando su jurisdicción hasta Guarenas y Guatire. El Poblamiento rural de sus entornos, que alcanza también a haciendas de caña de azúcar como las emplazadas en Curimare…(p.481)
Será para 1832 cuando Petare adquiera el rango de Cantón y contará con tres parroquias. La parroquia capital Petare, Baruta y El Hatillo y por algún tiempo Guarenas y Guatire.
En la investigación de Andre Eugene (1964) durante 1844, cuando se funda el pueblo de Libertad o Mariches, y ese mismo año pero en el mes de diciembre, este y otros sitios obtendrán sus propios comisarios de policía con la finalidad de mantener el orden y el control de estos poblados, también se requería un representante del gobierno que tutelará el censo del Cantón con sus respectivas parroquias, todo se logrará por ordenanzas del Cabildo de Petare, bajo el mandato local de Francisco Antonio Amos, y se publica en las actas de 1845.
Durante el Gobierno de la hegemonía Monagas específicamente 1855, la Diputación Provincial presenta un informe estadístico sobre la Provincia de Caracas, en correspondencia con el Cantón de Petare, cuenta con 18. 582 hab. Y en relación a los cultivos se expresa que entre las Parroquias Petare, Baruta, El Hatillo, Monagas y Libertad, las cuales ofrecían 18 haciendas en producción con 424 tablones, que llevados a la moneda de la época se cuentan en 190.800 por año
Durante 1866 se inaugura el tramo del ferrocarril central de Venezuela que empalmaba Caracas con Petare, siendo extendido en 1888 hasta el caserío de El Encantado, revisemos la siguiente cita de Level, A (1950):
Hacia el este, a lo largo del valle y lamiendo las laderas de la montaña, hay una larga serie de plantaciones de café que se extienden hasta donde alcanza la vista y su verde oscuro, denso, ofrece un contraste artístico con el esmeralda luminoso de los campos de caña de azúcar. Existe en esta dirección un ferrocarril de veinticuatro millas de largo, que conduce a una población denominada El Encanto… (pp. 11-12).
No obstante, para 1876 durante el gobierno de Antonio Guzmán Blanco en comparación a 1832, el cantón aumenta significativamente su producción, el papelón alcanza 903.100 kilogramos y el aguardiente llegó a 67.000 litros. Esto motiva la necesidad de mejorar los caminos para el traslado de los productos. El camino del este y los rieles atraviesan muchas haciendas en busca de la Estación del Ferrocarril Central, y en otros casos se utilizaran los caminos de recuas, afirma Vargas Mendoza, L. Se recuerda el ferrocarril no sólo por las hazañas alcanzadas, sino las tragedias que se vivieron junto a él, como la de 1910 en la Lira:
Guillermo José Schael recuerda en su libro Imagen y Noticia de Caracas el accidente conocido como la catástrofe de Lira, en el sitio llamado La vega del Muerto, en la vía Caracas- Santa Teresa, donde volcó la locomotora cuyo maquinista era Pedro González, quién resultó ileso. En el suceso que tuvo lugar el 16 de mayo de 1910 perdieron la vida el italiano José Pru y el frenero del casquero Modesto Herrera, resultando heridos un niño y siete trabajadores del Ferrocarril Central, rescatados del fondo de la quebrada en la volcó la locomotora y sus siete furgones “La máquina deslizó en circunstancias inexplicables”, declaró en Chacao el maquinista (p.19)
En los años posteriores de 1890 y 1891 esta línea férrea penetra hasta 40 Km. en la Fila de Mariches dando lugar a una nueva expansión del poblamiento petareño en los caseríos que van surgiendo espontáneamente en las estaciones de Lira, Tumare, La Envidia, Los Mangos y Arenaza. Llega a Santa Lucia de Tuy en 1910 y en 1928 a Ocumare del Tuy, hoy Municipio Tomás Lander, como se prueba en un contrato para la construcción de un ferrocarril de Caracas a Santa Lucia, Los Mariches - Guarenas”, 1885, A.H.A.N, Ferrocarriles, Tomo 455, Folios 222 – 233, Nº 20.
En contraposición a lo ya señalado, consultamos a Méndez, D (2002) la cual asume el siguiente planteamiento:
La Venezuela de 1870 hasta 1883, se encuentra desarticulada por la falta de caminos que enlacen los núcleos urbanos y centros de producción agrícola y pecuaria, sostenes de la economía nacional. Los caminos de tránsito terrestre y de herradura son los que prácticamente dejó el trajín de las guerras libertadoras y de la guerra federal. En cuanto a los medios de transporte no son otros que bestias, burros, mulas y caballos, los cuales trasportaban los productos de las cosechas en las regiones del interior del país. Por las vías fluviales correspondía la mayor fuerza del transporte, constituyendo la primera red de comunicaciones entre las regiones (p.42).
En concordancia con la cita anterior, es necesario aclarar que la fuente consultada nos lleva a formular el siguiente planteamiento, en primer lugar que el sistema ferroviario no ofrecía la salida adecuada a la producción ya que los trabajos de conexión de vías férreas, así como las diferentes concepciones ferroviarias habían sido interrumpidas en múltiples ocasiones por las diferentes guerras y revueltas que vivía nuestro convulsionado país, mas la inadecuada aplicación de políticas publicas, señala Gómez, S (2002).
En segundo lugar, Petare se convierte en un punto de encuentro y tránsito obligado por los comerciantes, contribuyendo entre otros factores al crecimiento de los sectores aledaños a la ciudad. En tercer lugar se da una transformación de las características físicas del área, surgiendo nuevas necesidades en relación a los servicios públicos y sanitarios.
Pero el medio de producción para 1880 y la articulación económica predomínate serán un factor determinante, para que esos caminos continúen transitados por campesinos dedicados al cultivo del café, explotación de madera con la finalidad de ampliar las zonas de cultivo y poder abastecer al mercado de la metrópolis, aún predomina la caña dulce o de azúcar, para la elaboración del tablón de papelón y el aguardiente, aunque también hay siembra de frutos para la subsistencia y lo que se considera una naciente producción cafetalera.
Se establece en la fuente referida para la elaboración de nuestro cuadro, que a nivel mundial los precios de los productos agrícolas registran una baja y por ende las ganancias por la producción no fueron las esperadas. Por otra parte, destacamos como estas haciendas productoras de caña son el origen de los topónimos de urbanizaciones del este, de lo que hoy conocemos como el área metropolitana de Caracas opinión de Rivas, S (1995).
Retomando nuevamente la cita hecha, en la cual hacemos referencia al informe presentado por la Sociedad de Amigos del País en 1832, pero en este momento haciendo hincapié en el café obtenemos, que para ese momento nuestra área de estudio contaba con 145 haciendas de café las cuales tenían sembrados 2.295.571 árboles. Y continuando sobre la misma referencia encontramos que 1885, se estimaba que existían 295 haciendas de café, cuyas cosechas alcanzaban 223.550 pesos y que proporcionaban al Consejo Municipal del cantón 6922 pesos en impuestos. Esto enunciado desde la recaudación de la cosecha se evalúa de la forma consiguiente; Parroquia Unión con 7199 quintales, Petare 5775 quintales, la región Mariches – Turgua, 4331 quintales, pero su comercialización esta dirigida sólo a satisfacer las necesidades de la agricultura y demandas que realicen desde Caracas.
Desde las haciendas de Mariche, se producirá aproximadamente 25.000 quintales y en la región de Turgua unos 15.300 quintales, esto nos indica como en estas dos zonas se polariza la producción cafetalera, alcanzó el quintal el precio de Bs. 34,40.
Se debe señalar como dato importante, que algunas haciendas de café, en vista de su acelerada producción comenzaron un proceso de modernización del instrumental de procesamiento en concordancia a esta idea expuesta, hacemos inmediata referencia a Acosta, V (1989) a los efectos del tópico que hemos venido tratando:
Algunas haciendas de café de los alrededores de Caracas, o de los Estados Miranda, Aragua y Carabobo, están avaluadas de cifras importantes y tienen una alta capacidad productiva, que alimenta la prosperidad- pero también frecuentemente el carácter parasitario- de sus propietarios. En esas haciendas aparecen, en el curso de las décadas finales del siglo, algunas innovaciones que se difunden, lentamente en cuanto al procesamiento del café. Aumentan las descerezadoras y aparecen estufas y trilladoras más modernas para el secado y despergaminado. En algunas haciendas ricas, estas últimas desplazan a las trilladoras tradicionales aunque estas sobreviven en la mayor parte de los casos, modificando la tracción animal y reemplazándola por energía hidráulica. Se trata de estufas y trilladoras como las de marca Gordón…En las haciendas menos prosperas o más tradicionales, los métodos se siguen basando en viejas descerezadoras y en secadoras y trilladoras mas sencillas, con el agravante de que en muchos casos ni siquiera estas últimas existen y el café se comercializa, después del secado, bajo la forma de pergamino (p.436)
En 1876, Petare se denomina Distrito Urbaneja, y la producción de los cafetales se cifra en 3.960.000 kilogramos, como apunta el censo económico ordenado por Antonio Guzmán Blanco, nota confirmada por Vargas Mendoza, L. En esta obra se mencionan entre otras las haciendas El Marques, Pedregal, Sebucan, Palos Grandes, Los Chorros, y las plantaciones emplazadas en la serranía de Mariche, Maca, Carpintero, Turgua y otras que se destacan en el Hatillo.
Otro aspectos digno en recordar, esta referido a los acontecimientos suscitados en Venezuela alrededor de 1860, con la Guerra federal, espacio temporal donde si bien se había comenzado a desarrollar nuevos cultivos, la situación de conflicto social y las pestes naturales afectan en forma severa estas plantaciones, en muchos casos las haciendas fueron casi abandonadas hasta el acuerdo de Coche donde nuestra área de estudio formo parte del Estado Caracas dato obtenido por García Pérez, D (2000)
Como hemos venido señalando el territorio petareño, descansa sobre una base agrícola, durante el último tercio del siglo XIX se obtuvo 3.900.000 kilos de maíz por año, 2.185.900 kilos de caraotas y un aproximado de 25.700 de almidón, en relación a la producción de frutas sin discriminar estas oscilaban en 4.378.050 kilos, las papas dan una cosecha de 110.400 kilos y en miel de abejas la producción es de 1840 kilos de cera.
Luego de 1885, se ha conformado un hinterland alrededor de Petare, surgieron nuevos núcleos de poblamiento tales como; Monagas, Libertad y Unión, fruto de la expansión cafetalera. Estos nuevos poblados contribuyeron a fortalecer lazos comerciales con el hinterland agrícola, considerándose al cantón de Petare esencialmente agrícola sin embargo, no existió comercio al mayor y las casas de venta cumplían sólo para llenar las necesidades de la agricultura.
La antigua villa asciende a Ciudad de Petare, tomándose en cuenta entre otro factores, su situación en la entrada del Valle de Caracas que la beneficiaba con abundante trafico, su actividad agrícola cafetalera y cañera, “lo que va atrayendo a pobladores al recinto urbano que va enriqueciendo sus funciones económicas y diversificando su composición geosocial”, nota de Cunill Grau, P.
Para 1873 esta ciudad de calles rectas y empedradas cuenta con 5.621 habitantes, su clima es recomendado como sano y agradable, pero también Cunill Grau afirma que en las zonas bajas del cantón hay epidemias frecuentes, recuerda la peste de 1854, y en las Actas del Cabildo se reconoce una grave situación en el antes pueblo de Libertad ó Mariches, para este año parroquia, donde se señala la epidemia de viruela de 1862 y en la cual se reconoce en las Actas del Cabildo de Petare. “Cuaderno de Actas del Consejo Municipal de Petare en 1862”, Petare; Publicaciones del Consejo Municipal del Distrito Sucre del Estado Miranda XI, 1861-1862:
De una comunicación del Señor Jefe Político, participando que existe un caso de viruela en esta población y que está, informado de que los hay muy frecuentes en la parroquia Libertad y excitando al cuerpo a que resuelva lo que crea más conveniente para evitar el contagio. Se puso al orden del día (p. 124).
A los efectos de este, Méndez Sereno comenta sobre otra tragedia en el ámbito de la salud dentro nuestra área de trabajo, la fiebre amarilla (conocida también como vomito negro por ser este uno de los síntomas de la enfermedad) de 1868, y curada gracias a la fé del pueblo por el Cristo de la Salud, en Méndez Sereno, C (1998):
Hacia 1868, después de haber enfrentado varios episodios de la terrible enfermedad, un nuevo y terrible brote diezma lentamente la población local. Diariamente salían hacia el cementerio de la Candelaria, en urnas, hamacas o carretas, llevando difuntos hacia su última morada. El pueblo católico acudió a su iglesia y a su fé, como último recurso para enfrentar un enemigo contra el cual ni los hombres ni los pocos medicamentos conocidos nada podían hacer. El Padre Rosendo Orta, al frente de su feligresía decide sacar en procesión al Niño Jesús, Patrono del Pueblo, pero considerando que la misión encomendada era de mucha responsabilidad, se consideró al niño muy pequeño para asumirla, por lo que a instancia de Celestino Lira, maestro de Capilla de Petare, se opta por sacar en la procesión al Cristo Crucificado, una hermosa imagen que data del siglo XVIII, a el se rogaría por la salvación del pueblo el 29 de Septiembre de 1968 (p.2)
La estampa finaliza, cuando un significativo grupo de pobladores que aún conservaban su salud se reúnen en la plaza junto a los enfermos, que casi no podían sostenerse en pie, realizan entonces una procesión, al paso entre rezos y cánticos, se escucharon voces que gritaban ¡milagro! Y los enfermos iban recobrando su salud. Obra agradecida tres días después en una misa de acción de gracias a la que acudieron aquellos vecinos que lograron escapar de tan terrible fin, esta práctica se adopto inclusive en épocas donde la fuerte sequía podía amenazar las cosechas y las plagas los cultivos.
En los marcos de las consideraciones anteriores, descubrimos que es en esta misma década donde se producen tentativas de industrialización de la zona con los intentos de instalar una fabrica de papel y por la decisión de Ricardo Zuloaga de fundar en la zona del Encantado de Petare la primera empresa eléctrica que hoy día se conoce como Electricidad de Caracas, utilizando la corriente del Guaire.
Se reconoce que en 1877, existe en la ciudad de Petare varias imprentas, tiendas de importancia, dos empresas de coches, ocho rancherías, platería, billares, posadas y numerosos establecimientos de artesanías. Para 1881 la población de la ciudad de Petare se incrementó a 6.311 habitantes y en 1891 a 8.538 habitantes, dato de la obra de Cunill Grau, P.
La Ciudad de Petare, sufre un ascenso jerárquico y con ella su área de influencia, la antigua villa presentaba signos de progreso esto se explica entre otros factores por su esplendida situación en la entrada del valle de Caracas, estampas culturales son dignas de mencionar como es la presencia del ya aludido maestro Lira, quien inicia sus practicas musicales arriba en la montaña sembrada de cafetos, en la hacienda que lleva su apellido y será este personaje quién funde los estudios musicales de Petare junto a grupo de jóvenes a los cuales convence para crear la Banda Pacheco, recibida con beneplácito por el entonces Presidente del Estado Bolívar, General José Rafael Pacheco, quien apoyo la idea y ordeno traer de Europa todos los instrumentos necesarios, además de contratar en Caracas un nuevo profesor que le ayudara en la ardua tarea, la Banda adopto su nombre a favor del General, esta nota nos invita a considerar la bonanza económica de la zona, que ya destinaba recursos para la cultura.
También crea el maestro Lira en 1889, la Sociedad Filarmónica Santa Cecilia con los mismos músicos que le acompañaron en la Banda mas otros que provenían de Caracas, esta vez también participara su hijo el maestro Jerman Ubaldo Lira, todos trabajaban bajo una visión de colaboración desinteresada y pasaban a ser miembros honorarios de la Sociedad, tenían la oportunidad de participar en los grades eventos parroquiales tal es el caso de la fiesta de la Patrona Santa Cecilia, no recibían ningún pago por lo que cada uno ejercía una actividad paralela a la música a manera de sustento, entre estas actividades se contaba la zapatería, la agricultura, la sastrería entre otras, Méndez Sereno, C (2005).
La ciudad de Petare continua irradiando su influencia social y económica en su zona de influencia administrativa y recibiendo población de zonas aledañas que traen consigo sus costumbres y patrones de vida. Es común en este tiempo escuchar escándalo en los solares de las casas de hacienda, sobre todo en época de cosecha, existen comentarios sobre los foráneos, “En la época de cosecha se reúnen allí un número de hombres que van a todo: unos a trabajar, otros a jugar y otros a vagar y a causar males”, cita de Eugene, Andre.
Entre los juegos mencionados se recurre a la pelea de gallos, los cuales como aves de corral fueron traídos por los españoles en los siglos XVI y XVII, para su consumo y como mecanismo de diversión, este juego fue apoyado inclusive por las autoridades, quienes no lo consideraban delito e incluso lo legalizaron y establecieron galleras para su practica, en este propósito expresamos, tomando a Méndez Sereno, C (2003):
…los mejores gallos de pelea llegaban de Jerez de la Frontera todas las regiones de habla hispana. En 1876 en muchos solares caraqueños se criaban ejemplares de mucho valor. Cedeño y Páez autoridades de la época, eran aficionados a esta practica, por lo que firmaron el primer reglamento que reconocía al juez de la gallera como única autoridad civil durante la celebración de los combates; este junto a un incontable número de apostadores forman el espectáculo, en el cual se enfrentaba duelo dos valientes ejemplares que tienen como armas el pico, las espuelas y las uñas, después de cerca de media hora de lucha y estridentes gritos de la muchedumbre, la muerte se hace presente como principal invitada, el triunfador suele salir ileso aún cuando en algunas ocasiones queda ciego. El juez puede declarar tablas cuando se cumple el tiempo reglamentario y los animales han dejado de pelear o ambos están ciegos. Las características de esta distracción la hacen típicamente masculina y no existe allí distingo de clases sociales, raza o profesiones, cuando de apasionarse por este juego se trata (p.1).
Es nuestra localidad criadero de gallos de pelea, entre las razas mas aguerridas se crían marañones, zambos y guajiros, y la fineza de su raza exige clima fresco, esmerado cuidado y una alimentación sobre maíz y leche. Con base en la misma forma, Meza, N (2000), nos explica:
La relación entre galleros está fundamentada en la amistad, ella es más importante que el valor monetario de la apuesta y ésta tiene una característica particular por el sentido de la palabra, lo que dicen, en lo que se comprometen, eso lo cumplen (p.67).
El hoy Municipio Sucre albergó durante mucho tiempo galleras y galleros importantes como las de El Matadero, Los Dos Caminos, Los Palos Grandes y La Dolorita, Méndez Sereno, C (2003), Esferas donde se reunía la población como centros sociales y de interés colectivo para hablar, pedir opiniones y entablar relaciones con los galleros del pueblo así como también con los foráneos, se jugaban pollos de muchas partes y existía incluso la costumbre entre algunos caballeros generosos de obsequiar el gallo ganador al dueño del perdedor, luego de cobrar la apuesta, como signo de respeto y futura amistad.
Por todo lo dicho, añadimos esta cita de Mesa, N:
El que no conoce de ello, no comprende toda la significación y simbolismo existentes en la crianza del gallo, su alimentación, cuido, entrenamiento, así como el contenido de la pelea tanto en su “cazada”, es decir, con cuál gallo va enfrentarse, como el léxico utilizado en la jugadas comprometidas, en las que se usa el “peso” y el “real” como monedas de apuesta y el valor de la palabra empeñada se mantiene y se respeta. Pero no queda allí todo lo concerniente a esta actividad que apasiona a los hombres del campo, sino que previo a la ejecución de la pelea, un especialista en la colocación de las espuelas (montador), se ocupa decididamente a esta tarea, que es sumamente laboriosa y decisiva para garantizar el ataque gallo. Dicha tarea se ejecuta en un lugar que sólo el montador, los gallos y el juez pueden compartir (p. 66).
Así, de la misma manera, continua durante los años siguientes la expansión cafetalera petareña y esto contribuye al nacimiento de nuevos poblados y con ellos medianas y pequeñas plantaciones, se cita nuevamente a Cunill Grau, P. en este sentido:
En todas estas comarcas desde Petare a Araira, las tierras altas en el piedemonte y alturas de la Cordillera de la Costa son deterioradas singularmente por la convergencia del avance de las roturaciones de conuqueros y hacendados y medianos y pequeños ocupantes para incorporar tierras nuevas para cultivos cafetaleros, junto a la acción destructiva de taladores y carboneros…(p.1731).
Del mismo modo, llegan mas habitantes a Filas de Mariche, específicamente al Municipio Libertad, beneficiándose con la mejora de los caminos locales que facilitan así la comercialización del café de estas fecundas tierras altas, en este sentido explicamos, según Eugene, A:
El municipio Libertad es como el Unión, pero sus habitantes son activos y emprendedores, y naturalmente marcha en progreso aumentará considerablemente, merced de os esfuerzos del general Guzmán Blanco, que se ha propuesto llevar a cabo la carretera de Petare a Monroy, vía de Santa Lucia, pasando por Los Mariches (p.157).
La Libertad refería 1373 habitantes para 1873, en su mayoría concentrados en el pueblo que llevaba el mismo nombre y en 1881 se incrementa a 1.436 habitantes, en la misma prosa de Eugene, A
Llega el siglo XX y con el una nueva crisis económica mundial, situación que repercutió en los precios del café, existe por otra parte un agotamiento en los suelos, poca renovación de los arbustos y esto arroja como resultado una disminución en la producción, lo mismo ocurrió con la caña de azúcar.
Si bien Petare vivió gracias al café épocas memorables, como se observó en la imagen anterior, esta situación va quedando en el pasado, las haciendas productoras como la Turgua, mantiene su producción hasta bien entrada la década de 1920, encuentran situaciones de avance tecnológico como en la hacienda Pacheco, donde se llegó a utilizar la energía eléctrica para mover la maquinaria, cuando en otros tiempos se había recurrido a las caídas de agua o calderas de vapor, pero continuaron los altibajos en la producción y los precios, debido a dos grandes acontecimientos: las I Primera Guerra Mundial, la aparición del petróleo, la crisis económica mundial de 1929 y la expansión del cultivo en Brasil, nota interpretada de Ascanio, C (1985).
Los volúmenes del café descendieron y los valores llegaron a los mas bajo de toda la historia, el gobierno intento adoptar medidas pera proteger la caficultura, pero se enfrentaban dos grandes problemas la baja producción de divisas y el agotamiento erosionado de los suelos, entre los patrones de protección es importante mencionar la creación del Instituto Nacional del Café, sustituido por el fondo Nacional del Café, la Compañía Cafetera Nacional, y diversos mecanismos de subsidio.
Esta compleja situación influyo en forma directa sobre las relaciones de socioeconómicas entre trabajadores y propietarios, nacen entonces nuevas miradas sobre el Este del Valle, se expone en el Estudio de Caracas, realizado por el Instituto de Antropología de la UCV que es a partir de 1920 cuando se da uno de los mayores pasos de penetración a la ciudad en sus alrededores, comienza a complicarse los esquemas de ubicación de viviendas, las relaciones y el entorno de la vida urbana en Caracas, crece la ciudad hacia el Este, recordando que esta dirección existía poca población y los espacios eran agrícolas o para el descanso, tal es el caso de Los Chorros, recordando que Petare y los Dos Caminos eran consideradas de importancia por las condiciones productivas de sus haciendas y el volumen de trabajadores que sostenían, comienza así en el Este del Valle, el proceso de compraventa de terrenos, que otro momento habían servido para el cultivo de caña y café.
Esta situación continuará, en 1929 como ya se ha señalado la crisis de súper producción a nivel mundial, los bajos precios impulsan el abandono de los fundos cafetaleros, los gastos en mantenerlos en muchos casos es mayor a la ganancia, sin embargo, algunos productores lucharan por mantenerlos, ya que es su único medio de sustento. En otros casos, el proceso que se inicio en Los Chorros de venta de tierras para urbanizar, ira ganando espacio, desde Caracas se desarrolla un proceso de sustitución del trabajo rural por la de construcción, la parcela dará paso al núcleo habitacional, pero los topónimos se mantendrán en honor a la noble labor desempeñada en los siglo anteriores; El Rosal, Las Mercedes, Bello Monte, La Castellana, La Carlota, La Floresta entre otras aseveracion estudiada por Acosta, M y Briceño León, R (1987).
Al mismo tiempo y a pesar de las fortalezas naturales con que contaba el café como cultivo y el hecho de haber mantenido la economía venezolana hasta bien entrado el siglo XX, no contó con el soporte obligatorio durante la época gomecista, a pesar de que el basamento ideológico del país estaba soportado en la corriente positivista y el tren ministerial se componía de brillantes intelectuales.
La perspectiva que se traza es que las relaciones de producción en la faena agrícola no toleró cambios patentes ya que la mano de obra según el censo Agrícola y Pecuario (1937) estaba expresado por “propietarios, arrendatarios, colono –medianero, colono-fundadores, etc.”, lo cual lleva a considerar que existen fuerzas productivas que no exhiben la propiedad de las tierras que trabajan, ya que esta clasificación implica el repartimiento de la cosecha entre patrones y campesinos o la aprovechamiento de terrenos baldíos que en numerosos casos eran vendidos por el gobierno, dato obtenido en Hernández, E (2000).
La situación agrícola trazada, manifiesta que la propiedad territorial estaba acaparada y atrasada por la utilización de procedimientos rudimentarios; mostrando un patrón de vida lamentable en el campesinado por la privación de políticas encausadas a favorecer este sector y así lograr un impulso justo en su desarrollo.
Continua el predomino de los asentamientos agrícolas rurales tanto en Petare como en su área de influencia pero con predominio en las tierras altas, se esta viviendo la segunda década del siglo XX, y predomina la estructura agraria, elemento que podemos sostener sobre la base del censo de 1925 decretado en el Gobierno del Benemérito Juan Vicente Gómez.
Obtenemos de la información presentada que la cuarta parte de la población censada y que habita la localidad de Petare, se dedica a las labores del campo; mientras que en el mismo orden de ideas, en el siguiente cuadro lograremos observar quién detentaba la propiedad territorial del área, pero en esta ocasión sobre la base del Censo agrícola y pecuario (1937).,
De la información suministrada en el cuadro anterior deducimos que la situación del agro es de atraso, puesto que las tierras se hallan bajo el privilegio de los latifundistas y a su vez el campesino o agricultor es abatido por la extrema miseria a desde el punto de vista económico.
Asimismo; en 1937 esta en el Gobierno Eleazar López Contreras, Venezuela ha sufrido un cambio importante pasa de ser un país precapitalista agro exportador a una economía capitalista minero exportadora, sin embargo, en las provincias ese cambio no había llegado puesto que para ese mismo año Petare producía 3.149 toneladas de café en una superficie de 106.406 hectáreas cultivadas.
Como consecuencia de esto y aunado a factores como la competencia internacional entre los productores que en el caso de América Latina estaban representados por Brasil, Colombia y Venezuela, la producción de café fue seis veces mayor a la demanda. Esta crisis bajo los precios del café de un ingreso a 11.822.513 en 1940 en comparación con 130.860.870 durante 1930.
Otro punto importante, continuando el plano internacional lo representó la II Guerra Mundial, ya que los primeros compradores de café representados por Europa y Estados Unidos, estaban en conflicto situación que deprimió los precios del grano.
La decadencia del café marca el fin de una época, en Petare y su área de influencia esto se observo a través de perdidas materiales importantes, dando paso a nuevos modos de vida, con el café también se fue el ferrocarril que pasaba al lado de las haciendas, se desmantelaron las maquinas, las casonas comenzaron a derrumbarse y los vecinos de sitos como La Dolorita, tomaron los rieles del ferrocarril para construir sus casas, estaba llegando la época del concreto y su huella queda en las grietas que hoy poseen las viviendas, que ya no soportan el peso de la vía férrea a través del tiempo.
El Tiempo y el Espacio en la Didáctica de las Ciencias Sociales. (Reseña)
Por. Prof. Saima Triano
Universidad Padagógica Experiemntal Libertador.
Instituto Pedagógico de Maracay "Rafael Alberto Escobar Lara"
Trepat Cristolf.,Comes Pilar, (3 era edición). Barcelona: Editorial GRAÓ, de IRIF, SL.2000
Tratar de definir el tiempo no es una tarea fácil, sobre todo si se parte de la premisa de que éste es un concepto relativo ya que cada quién lo plantea desde su punto de vista poniendo de manifiesto emociones, nivel cultural, disciplina a la que se dedica… No obstante, se puede decir que el tiempo se relaciona con cambio y movimiento. En este sentido, representa una sucesión, acciones o acontecimientos y el espacio que hay entre estos cambios. En virtud de este planteamiento, Cristófol, P. y Comes, p. (2000, p.21) señalan: …”el tiempo no se considera un recipiente externo en el que situamos cosas en sus momentos sucesivos sino que está dentro de las cosas debido al hecho de que cambian. Y que el tiempo no es otra cosa que el espacio entre dos cambios.” Por lo tanto, los cambios no son absolutos ya que se dan de manera particular en cada sociedad y en cada individuo.
Efectivamente, hay muchas tipos de tiempo que se derivan de las líneas de pensamiento que siguen quienes lo plantean. Entonces, se tienen por ejemplo el tiempo astronómico y físico, observable, medible y visible y por otro lado el tiempo humano o existencial. Ambos herencia de la filosofía griega y de dos de sus más altos representantes Aristóteles y Platón. Posteriormente, se tiene la concepción de tiempo absoluto planteada por Newton, éste señala que el tiempo es un fluido, es continuo, regular, objetivo, independiente del espacio, de las cosas y de la presencia humana, es decir, algo así como un recipiente vacío que existe por si mismo en el cual el individuo va situando cosas o hechos. En definitiva, es un concepto lineal, homogéneo y unidireccional.
Por otro lado, está el concepto de tiempo relativo según Eistein, éste señala que dicho tiempo no es absoluto y externo sino que depende del movimiento o reposo, de la velocidad del objeto observable, en este sentido, no es constante y externo a nosotros. También, se tiene el tiempo cronológico que nace de el tiempo histórico en un intento de sistematizar de forma escrita la presencia humana sobre la tierra. En definitiva, el tiempo cronológico ordena, sitúa, organiza mientras que el tiempo histórico explica ya plantea diversas situaciones, movimientos sucesiones simultaneas de ritmos diferentes según la naturaleza de dichos hechos. De esta manera, el tiempo histórico es la simultaneidad de duraciones, movimientos diversos que se dan en una colectividad humana a lo largo de un periodo determinado. Para el estudio anterior a esta presencia humana y a la invención de la escritura se tiene el tiempo geológico que es medido o categorizado en eras. En geología, una era es la división del tiempo más larga, que se subdivide en periodos y épocas. En sentido histórico, una era es un periodo de tiempo computado a partir de un momento o acontecimiento histórico determinado. Otro tipo de tiempo es el bíblico el cual toma como referencia para temporalizar los acontecimientos las categorías de antes y después de Cristo (a.C. y d.C.).
Ante esta diversidad de tipificaciones de tiempo a los docentes se les presenta un reto a la hora de enseñar cualquier disciplina. Entonces, cabe plantearse la siguiente interrogante ¿Cómo debemos enseñar la categoría tiempo a los estudiantes? En esta tarea se puede hacer uso y así lo recomiendan los autores consultados a la pluritemporalidad. Es decir, que a la hora de investigar y explicar fenómenos relacionados con la historia debemos referirnos a los diversos tipos de tiempos y a las relaciones entre ellos. Finalmente, frente a esta realidad el docente tiene en sus manos la responsabilidad de ser creativo, de propiciar situaciones y actividades que permitan a los estudiantes aprender y aprehender historia y cualquier otra disciplina.
Descriptores: Tiempo, Historia, Docente, Estudiante, Tipos de Tiempo
Universidad Padagógica Experiemntal Libertador.
Instituto Pedagógico de Maracay "Rafael Alberto Escobar Lara"
Trepat Cristolf.,Comes Pilar, (3 era edición). Barcelona: Editorial GRAÓ, de IRIF, SL.2000
Tratar de definir el tiempo no es una tarea fácil, sobre todo si se parte de la premisa de que éste es un concepto relativo ya que cada quién lo plantea desde su punto de vista poniendo de manifiesto emociones, nivel cultural, disciplina a la que se dedica… No obstante, se puede decir que el tiempo se relaciona con cambio y movimiento. En este sentido, representa una sucesión, acciones o acontecimientos y el espacio que hay entre estos cambios. En virtud de este planteamiento, Cristófol, P. y Comes, p. (2000, p.21) señalan: …”el tiempo no se considera un recipiente externo en el que situamos cosas en sus momentos sucesivos sino que está dentro de las cosas debido al hecho de que cambian. Y que el tiempo no es otra cosa que el espacio entre dos cambios.” Por lo tanto, los cambios no son absolutos ya que se dan de manera particular en cada sociedad y en cada individuo.
Efectivamente, hay muchas tipos de tiempo que se derivan de las líneas de pensamiento que siguen quienes lo plantean. Entonces, se tienen por ejemplo el tiempo astronómico y físico, observable, medible y visible y por otro lado el tiempo humano o existencial. Ambos herencia de la filosofía griega y de dos de sus más altos representantes Aristóteles y Platón. Posteriormente, se tiene la concepción de tiempo absoluto planteada por Newton, éste señala que el tiempo es un fluido, es continuo, regular, objetivo, independiente del espacio, de las cosas y de la presencia humana, es decir, algo así como un recipiente vacío que existe por si mismo en el cual el individuo va situando cosas o hechos. En definitiva, es un concepto lineal, homogéneo y unidireccional.
Por otro lado, está el concepto de tiempo relativo según Eistein, éste señala que dicho tiempo no es absoluto y externo sino que depende del movimiento o reposo, de la velocidad del objeto observable, en este sentido, no es constante y externo a nosotros. También, se tiene el tiempo cronológico que nace de el tiempo histórico en un intento de sistematizar de forma escrita la presencia humana sobre la tierra. En definitiva, el tiempo cronológico ordena, sitúa, organiza mientras que el tiempo histórico explica ya plantea diversas situaciones, movimientos sucesiones simultaneas de ritmos diferentes según la naturaleza de dichos hechos. De esta manera, el tiempo histórico es la simultaneidad de duraciones, movimientos diversos que se dan en una colectividad humana a lo largo de un periodo determinado. Para el estudio anterior a esta presencia humana y a la invención de la escritura se tiene el tiempo geológico que es medido o categorizado en eras. En geología, una era es la división del tiempo más larga, que se subdivide en periodos y épocas. En sentido histórico, una era es un periodo de tiempo computado a partir de un momento o acontecimiento histórico determinado. Otro tipo de tiempo es el bíblico el cual toma como referencia para temporalizar los acontecimientos las categorías de antes y después de Cristo (a.C. y d.C.).
Ante esta diversidad de tipificaciones de tiempo a los docentes se les presenta un reto a la hora de enseñar cualquier disciplina. Entonces, cabe plantearse la siguiente interrogante ¿Cómo debemos enseñar la categoría tiempo a los estudiantes? En esta tarea se puede hacer uso y así lo recomiendan los autores consultados a la pluritemporalidad. Es decir, que a la hora de investigar y explicar fenómenos relacionados con la historia debemos referirnos a los diversos tipos de tiempos y a las relaciones entre ellos. Finalmente, frente a esta realidad el docente tiene en sus manos la responsabilidad de ser creativo, de propiciar situaciones y actividades que permitan a los estudiantes aprender y aprehender historia y cualquier otra disciplina.
Descriptores: Tiempo, Historia, Docente, Estudiante, Tipos de Tiempo
La independencia en la América Española. (Reseña)
Por:Dr.Heraclio Bonilla
Universidad Nacional de Colombia
Jaime Rodríguez Ordoñez, La independencia de la América Española (México: Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México, 1996); La revolución política durante la época de la independencia. El reino de Quito 1808-1822 (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar/Corporación Editora Nacional, 2006).
El Profesor Jaime Rodríguez Ordoñez, de la Universidad de California en Irvine, tiene una muy distinguida carrera como historiador de la América Latina, siendo uno de sus mayores campos de interés el período de la independencia sobre México y sobre el Ecuador. Pero es sin duda La Independencia de la América Española, publicada originalmente por el Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México en 1996, y en una versión corregida y aumentada en 1998 por la célebre Cambridge University Press y por el propio Fondo de Cultura económica en una segunda edición de 2005, el que ha alcanzado mayor resonancia, al punto que el mayor especialista sobre este tema, el Profesor John Lynch, lo calificara como una “revaloración radical”. El espacio concedido para esta reseña por los editores de Procesos, la más importante revista ecuatoriana de Historia, no permite dar cuenta de todos los argumentos propuestos por el profesor Rodríguez, razón por la cual me limitaré a discutir cuatro de sus propuestas centrales.
La primera, reiterada una y otra vez a lo largo del libro La independencia, así como en La revolución política durante la época de la independencia. El reino de Quito 1808-1822 es su afirmación que los acontecimientos ocurridos en España entre 1808 y 1824 fueron decisivos en el trastocamiento político de la Hispanoamérica colonial, y como resultado de los cuales está buscó primero su autonomía y luego su independencia. La tesis, en realidad no es nueva ni original, porque el profesor Francois Xavier Guerra en su Modernidad e independencia: ensayos sobre las revoluciones hispánicas (1992) también propuso la centralidad del quiebre de la monarquía española en la explicación de los acontecimientos ocurridos en este lado del Atlántico. Nadie, sensatamente, puede cuestionar la importancia que el descoyuntamiento del Rey tuvo para una cultura política anclada en premisas neo-tomistas, así como el caos que siguió después con la instalación de la Junta Provincial y la Regencia, para no mencionar a las Cortes y la promulgación de la Constitución liberal de 1812, su abrogación en 1814, su restitución en 1820, y la rebelión de Riego en ese año que privó a las raleadas fuerzas realistas de contar con el apoyo militar necesario en circunstancias tan dramáticas luego de la independencia de Buenos Aires y la victoria de Boyacá. Pero, ¿eso fue todo?. La teoría de la dependencia, una de las expresiones más genuinas del pensamiento latinoamericano, fue justamente criticada, por lo menos en sus versiones más extremas, de responsabilizar sólo a las fuerzas externas por la trayectoria de la América Latina, prescindiendo por completo del análisis de las tensiones internas de la sociedad, y lo mismo puede afirmarse de los argumentos del profesor Rodríguez. Porque no es suficiente señalar que las diferentes coyunturas políticas por las que atravesaba la península fueron seguidas con atención por algunos segmentos criollos de la sociedad, para acomodar en función de ellas sus decisiones y acciones inmediatas y futuras. Se requiere, más bien y para decirlo rápidamente, de un tipo de análisis que enlace de manera coherente y persuasiva la articulación de ambos procesos.
La segunda tiene que ver con el binomio autonomía/emancipación y, sobre todo, con la naturaleza del umbral crítico que las separa, es decir el punto de inflexión y de no retorno. El profesor Rodríguez afirma, en ese contexto, “Sólo cuando España rehusó concederles su demanda de autonomía fue que la mayoría de los americanos optó por la emancipación (p. 15). Una vez más, todo viene de fuera. Aquí es necesario concederle que el modelo de dominación política impuesto por los Austrias, de inspiración tomista en su vertiente suareciana, fue efectivamente peculiar, porque colocaba al Rey por encima de las pasiones de los hombres, además que dotaba, sobre todo a la población indígena, con mecanismos para defender y promover sus intereses. La “colonización del imaginario”, tan elocuentemente descrita por Gruzinski, y plasmada en los espléndidos ensayos de Albert Memmi, Retrato de un colonizador, retrato de un colonizado, o por el Octavio Paz del Laberinto de la soledad, explican por qué la metrópoli española, al final de cuentas, no requirió de un ejército formal para garantizar el estatuto colonial de sus posesiones americanas sino en los momentos finales de su dominio. Como también es importante reconocer que la geografía política de la independencia fue muy diversa, con áreas de un fidelismo extremo (Perú y Cuba), o de una temprana disidencia (Buenos Aires). No obstante, todo eso no justifica el extraño juicio del autor que el “sistema funcionaba relativamente bien pese a sus numerosas imperfecciones” (p. 291), como tampoco que el denso y complejo proceso de la separación pueda ser capturado por esa alternativa binaria, autonomía/emancipación, sino que debe dar cuenta de la concatenación de procesos que se remontan hasta las grandes turbulencias de fines del siglo XVIII y se extienden hasta la disolución de la Gran Colombia en 1830. La quietud o la rebelión, fueron el resultado del temor y del espectro de una enorme rebelión popular como las del Cuzco y La Paz, o de Haití, en un caso, como de las represalias de Pablo Morillo, por otro, y mucho menos con los humores cambiantes de don Fernando VII y sus asesores. No es menos problemática la afirmación reiterada del autor que Hispanoamérica no fue una “colonia” sino un “reino”, afirmación ampliamente debatida y cuestionada porque asume convenientemente que retórica y realidad son una misma cosa.
La tercera, tiene que ver con el nuevo proceso de socialización política de los antiguos vasallos como consecuencia de las demandas introducidas por las autoridades españolas que reemplazaron a Fernando VII, así como por las exigencias de la Constitución de 1812. Una densa literatura, calificada ahora como la nueva historia política, ha insistido de manera persuasiva que esas disposiciones no fueron meros formalismo sino que tuvieron implicaciones prácticas en algunas dimensiones de la vida política de los indios, por ejemplo la defensa de sus derechos en torno a la tributación y en el reemplazo de jefaturas étnicas anacrónicas. El capítulo “Los indígenas y la nueva política”, el tercero de su libro La revolución política durante la época de la independencia. El reino de Quito 1808-1822, contiene en ese sentido amplias evidencias sobre el uso dado por los indios de las nuevas normas a favor de sus intereses. Práctica que por cierto no es inédita, porque en los inicios del proceso colonial, tanto las Leyes Nuevas de 1542, como la Recopilación General fueron textos utilizados por caciques como por protectores de naturales para defender su condición o atenuar su explotación. El problema, no obstante, tiene que ver con la irreversibilidad de estas mutaciones, porque las evidencias más bien apuntan a que esos cambios no fueron más allá de la conmoción final del sistema colonial. Los regímenes políticos que nacieron de las cenizas del sistema colonial, inspirados en gran parte en la Constitución española de 1812, terminaron después de todo por arrinconar a los indios a una situación que hubiera sido inimaginable en el contexto colonial.
La cuarta, finalmente, tiene que ver con la narración ofrecida y con el uso de algunas categorías. El capítulo IV del libro titulado “La guerra civil en América” es la reconstrucción de los acontecimientos que se produjeron en América en respuesta a la irrupción francesa en España, a través de las experiencias de Venezuela, el Río de la Plata, Charcas, Paraguay y Uruguay, Chile, Quito, la Nueva Granada y la Nueva España, a fin de demostrar su afirmación “que los pueblos de las regiones de Sudamérica que no habían tomado parte en la revolución política llevada a cabo por las Cortes en los años 1810-1814 –Venezuela, Río de la Plata, Chile y Nueva Granada- no tenían un sentido claro de sus alternativas. No habían elegido representantes antes las Cortes ni establecido diputaciones provinciales ni ayuntamientos constitucionales; por consiguiente, su experiencia en lo que concierna al gobierno representativo era limitada” (p. 210). El ejercicio realizado, sin embargo, es poco convincente. Adicionalmente, aquí las dificultades son de tres órdenes: Por una parte, se trata de la reiteración de los viejos procedimientos de una historiografía que se limita a dar cuenta de cada una de estas experiencias “nacionales” de manera secuencial, sin mostrar el encadenamiento recíproco entre ellas. Por otra parte, toda explicación del proceso de separación frente a la metrópoli que empiece en 1808, y que por lo tanto soslaye todo el complejo proceso previo, presenta el serio riesgo de abordar sólo la superficie de esa trayectoria, los añejos “acontecimientos” que no dicen mucho porque no están anclados en las estructuras más profundas de descontento y de rebelión. Lo ocurrido en Hispanoamérica a comienzos del siglo XIX, para decirlo con claridad, fue el resultado de un proceso concatenado, espacial y temporalmente, dentro y fuera de las Américas, y en modo alguno se reduce a su coyuntura corta. Aún así, la entera omisión del Perú como una de esas experiencias es totalmente inexplicable, ausencia que también se evidencia en los conocidos libros de Francois Xavier Guerra y Jorge Domínguez
En lo que concierne al uso de ciertas categorías, un lector atento del libro del Profesor Rodríguez no puede dejar de cuestionar afirmaciones como: “aunque la población de la América española era multirracial, la clase, más que el origen étnico, se hizo más importante en las regiones desarrolladas a finales del siglo XVIII” (p. 21), frase que el propio autor contradice más adelante cuando escribe “El tema de la raza llegó a hacerse tan incendiario que las Cortes tuvieron que debatirlo en sesiones secretas” (p. 109). O, además, cuando sostiene “Como he afirmado al comparar la Revolución francesa con la Independencia de México, el reino de Francia y el virreinato de la Nueva España tenían estructuras sociales similares. Con ciertas reservas, la comparación puede hacerse extensiva al resto de la América española” (p. 24). Aquí cabe preguntarse si el concepto de “clase” es aplicable a un contexto colonial, porque ocurre que esas “clases” tenían colores diferentes, lo que plantea para el análisis el complicado problema de su mutua articulación. Y sostener que la Francia del antiguo régimen tenía estructuras similares, más allá de esas misteriosas “reservas” es omitir por completo la subordinación de Hispanoamérica frente a España, ya sea como “reino”, categoría que se prefiere, o como “colonia”, condición que el autor rechaza categóricamente, sobre todo de manera enfática en la segunda edición de su libro.
Los reparos señalados a los argumentos del libro del Profesor Rodríguez ameritan una discusión más cerrada, y han sido formulados en la esperanza que ayuden en el avance del conocimiento sobre el proceso de la separación de Hispanoamérica. En ese camino, la insistencia del autor de pensar esa experiencia más allá de los cerrados localismos que caracteriza a la historiografía en curso, para más bien poner el énfasis del análisis en su dimensión global, de la misma manera que su invitación al examen de las dramáticas coyunturas que la metrópoli procesara como consecuencia de la invasión del ejército de Bonaparte, constituyen apoyaturas sólidas en la necesaria construcción de coordenadas explicativas más persuasivas.
Universidad Nacional de Colombia
Jaime Rodríguez Ordoñez, La independencia de la América Española (México: Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México, 1996); La revolución política durante la época de la independencia. El reino de Quito 1808-1822 (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar/Corporación Editora Nacional, 2006).
El Profesor Jaime Rodríguez Ordoñez, de la Universidad de California en Irvine, tiene una muy distinguida carrera como historiador de la América Latina, siendo uno de sus mayores campos de interés el período de la independencia sobre México y sobre el Ecuador. Pero es sin duda La Independencia de la América Española, publicada originalmente por el Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México en 1996, y en una versión corregida y aumentada en 1998 por la célebre Cambridge University Press y por el propio Fondo de Cultura económica en una segunda edición de 2005, el que ha alcanzado mayor resonancia, al punto que el mayor especialista sobre este tema, el Profesor John Lynch, lo calificara como una “revaloración radical”. El espacio concedido para esta reseña por los editores de Procesos, la más importante revista ecuatoriana de Historia, no permite dar cuenta de todos los argumentos propuestos por el profesor Rodríguez, razón por la cual me limitaré a discutir cuatro de sus propuestas centrales.
La primera, reiterada una y otra vez a lo largo del libro La independencia, así como en La revolución política durante la época de la independencia. El reino de Quito 1808-1822 es su afirmación que los acontecimientos ocurridos en España entre 1808 y 1824 fueron decisivos en el trastocamiento político de la Hispanoamérica colonial, y como resultado de los cuales está buscó primero su autonomía y luego su independencia. La tesis, en realidad no es nueva ni original, porque el profesor Francois Xavier Guerra en su Modernidad e independencia: ensayos sobre las revoluciones hispánicas (1992) también propuso la centralidad del quiebre de la monarquía española en la explicación de los acontecimientos ocurridos en este lado del Atlántico. Nadie, sensatamente, puede cuestionar la importancia que el descoyuntamiento del Rey tuvo para una cultura política anclada en premisas neo-tomistas, así como el caos que siguió después con la instalación de la Junta Provincial y la Regencia, para no mencionar a las Cortes y la promulgación de la Constitución liberal de 1812, su abrogación en 1814, su restitución en 1820, y la rebelión de Riego en ese año que privó a las raleadas fuerzas realistas de contar con el apoyo militar necesario en circunstancias tan dramáticas luego de la independencia de Buenos Aires y la victoria de Boyacá. Pero, ¿eso fue todo?. La teoría de la dependencia, una de las expresiones más genuinas del pensamiento latinoamericano, fue justamente criticada, por lo menos en sus versiones más extremas, de responsabilizar sólo a las fuerzas externas por la trayectoria de la América Latina, prescindiendo por completo del análisis de las tensiones internas de la sociedad, y lo mismo puede afirmarse de los argumentos del profesor Rodríguez. Porque no es suficiente señalar que las diferentes coyunturas políticas por las que atravesaba la península fueron seguidas con atención por algunos segmentos criollos de la sociedad, para acomodar en función de ellas sus decisiones y acciones inmediatas y futuras. Se requiere, más bien y para decirlo rápidamente, de un tipo de análisis que enlace de manera coherente y persuasiva la articulación de ambos procesos.
La segunda tiene que ver con el binomio autonomía/emancipación y, sobre todo, con la naturaleza del umbral crítico que las separa, es decir el punto de inflexión y de no retorno. El profesor Rodríguez afirma, en ese contexto, “Sólo cuando España rehusó concederles su demanda de autonomía fue que la mayoría de los americanos optó por la emancipación (p. 15). Una vez más, todo viene de fuera. Aquí es necesario concederle que el modelo de dominación política impuesto por los Austrias, de inspiración tomista en su vertiente suareciana, fue efectivamente peculiar, porque colocaba al Rey por encima de las pasiones de los hombres, además que dotaba, sobre todo a la población indígena, con mecanismos para defender y promover sus intereses. La “colonización del imaginario”, tan elocuentemente descrita por Gruzinski, y plasmada en los espléndidos ensayos de Albert Memmi, Retrato de un colonizador, retrato de un colonizado, o por el Octavio Paz del Laberinto de la soledad, explican por qué la metrópoli española, al final de cuentas, no requirió de un ejército formal para garantizar el estatuto colonial de sus posesiones americanas sino en los momentos finales de su dominio. Como también es importante reconocer que la geografía política de la independencia fue muy diversa, con áreas de un fidelismo extremo (Perú y Cuba), o de una temprana disidencia (Buenos Aires). No obstante, todo eso no justifica el extraño juicio del autor que el “sistema funcionaba relativamente bien pese a sus numerosas imperfecciones” (p. 291), como tampoco que el denso y complejo proceso de la separación pueda ser capturado por esa alternativa binaria, autonomía/emancipación, sino que debe dar cuenta de la concatenación de procesos que se remontan hasta las grandes turbulencias de fines del siglo XVIII y se extienden hasta la disolución de la Gran Colombia en 1830. La quietud o la rebelión, fueron el resultado del temor y del espectro de una enorme rebelión popular como las del Cuzco y La Paz, o de Haití, en un caso, como de las represalias de Pablo Morillo, por otro, y mucho menos con los humores cambiantes de don Fernando VII y sus asesores. No es menos problemática la afirmación reiterada del autor que Hispanoamérica no fue una “colonia” sino un “reino”, afirmación ampliamente debatida y cuestionada porque asume convenientemente que retórica y realidad son una misma cosa.
La tercera, tiene que ver con el nuevo proceso de socialización política de los antiguos vasallos como consecuencia de las demandas introducidas por las autoridades españolas que reemplazaron a Fernando VII, así como por las exigencias de la Constitución de 1812. Una densa literatura, calificada ahora como la nueva historia política, ha insistido de manera persuasiva que esas disposiciones no fueron meros formalismo sino que tuvieron implicaciones prácticas en algunas dimensiones de la vida política de los indios, por ejemplo la defensa de sus derechos en torno a la tributación y en el reemplazo de jefaturas étnicas anacrónicas. El capítulo “Los indígenas y la nueva política”, el tercero de su libro La revolución política durante la época de la independencia. El reino de Quito 1808-1822, contiene en ese sentido amplias evidencias sobre el uso dado por los indios de las nuevas normas a favor de sus intereses. Práctica que por cierto no es inédita, porque en los inicios del proceso colonial, tanto las Leyes Nuevas de 1542, como la Recopilación General fueron textos utilizados por caciques como por protectores de naturales para defender su condición o atenuar su explotación. El problema, no obstante, tiene que ver con la irreversibilidad de estas mutaciones, porque las evidencias más bien apuntan a que esos cambios no fueron más allá de la conmoción final del sistema colonial. Los regímenes políticos que nacieron de las cenizas del sistema colonial, inspirados en gran parte en la Constitución española de 1812, terminaron después de todo por arrinconar a los indios a una situación que hubiera sido inimaginable en el contexto colonial.
La cuarta, finalmente, tiene que ver con la narración ofrecida y con el uso de algunas categorías. El capítulo IV del libro titulado “La guerra civil en América” es la reconstrucción de los acontecimientos que se produjeron en América en respuesta a la irrupción francesa en España, a través de las experiencias de Venezuela, el Río de la Plata, Charcas, Paraguay y Uruguay, Chile, Quito, la Nueva Granada y la Nueva España, a fin de demostrar su afirmación “que los pueblos de las regiones de Sudamérica que no habían tomado parte en la revolución política llevada a cabo por las Cortes en los años 1810-1814 –Venezuela, Río de la Plata, Chile y Nueva Granada- no tenían un sentido claro de sus alternativas. No habían elegido representantes antes las Cortes ni establecido diputaciones provinciales ni ayuntamientos constitucionales; por consiguiente, su experiencia en lo que concierna al gobierno representativo era limitada” (p. 210). El ejercicio realizado, sin embargo, es poco convincente. Adicionalmente, aquí las dificultades son de tres órdenes: Por una parte, se trata de la reiteración de los viejos procedimientos de una historiografía que se limita a dar cuenta de cada una de estas experiencias “nacionales” de manera secuencial, sin mostrar el encadenamiento recíproco entre ellas. Por otra parte, toda explicación del proceso de separación frente a la metrópoli que empiece en 1808, y que por lo tanto soslaye todo el complejo proceso previo, presenta el serio riesgo de abordar sólo la superficie de esa trayectoria, los añejos “acontecimientos” que no dicen mucho porque no están anclados en las estructuras más profundas de descontento y de rebelión. Lo ocurrido en Hispanoamérica a comienzos del siglo XIX, para decirlo con claridad, fue el resultado de un proceso concatenado, espacial y temporalmente, dentro y fuera de las Américas, y en modo alguno se reduce a su coyuntura corta. Aún así, la entera omisión del Perú como una de esas experiencias es totalmente inexplicable, ausencia que también se evidencia en los conocidos libros de Francois Xavier Guerra y Jorge Domínguez
En lo que concierne al uso de ciertas categorías, un lector atento del libro del Profesor Rodríguez no puede dejar de cuestionar afirmaciones como: “aunque la población de la América española era multirracial, la clase, más que el origen étnico, se hizo más importante en las regiones desarrolladas a finales del siglo XVIII” (p. 21), frase que el propio autor contradice más adelante cuando escribe “El tema de la raza llegó a hacerse tan incendiario que las Cortes tuvieron que debatirlo en sesiones secretas” (p. 109). O, además, cuando sostiene “Como he afirmado al comparar la Revolución francesa con la Independencia de México, el reino de Francia y el virreinato de la Nueva España tenían estructuras sociales similares. Con ciertas reservas, la comparación puede hacerse extensiva al resto de la América española” (p. 24). Aquí cabe preguntarse si el concepto de “clase” es aplicable a un contexto colonial, porque ocurre que esas “clases” tenían colores diferentes, lo que plantea para el análisis el complicado problema de su mutua articulación. Y sostener que la Francia del antiguo régimen tenía estructuras similares, más allá de esas misteriosas “reservas” es omitir por completo la subordinación de Hispanoamérica frente a España, ya sea como “reino”, categoría que se prefiere, o como “colonia”, condición que el autor rechaza categóricamente, sobre todo de manera enfática en la segunda edición de su libro.
Los reparos señalados a los argumentos del libro del Profesor Rodríguez ameritan una discusión más cerrada, y han sido formulados en la esperanza que ayuden en el avance del conocimiento sobre el proceso de la separación de Hispanoamérica. En ese camino, la insistencia del autor de pensar esa experiencia más allá de los cerrados localismos que caracteriza a la historiografía en curso, para más bien poner el énfasis del análisis en su dimensión global, de la misma manera que su invitación al examen de las dramáticas coyunturas que la metrópoli procesara como consecuencia de la invasión del ejército de Bonaparte, constituyen apoyaturas sólidas en la necesaria construcción de coordenadas explicativas más persuasivas.
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